domingo, 26 de enero de 2014

Una explicación totalmente voluntaria



Hoy por fin creo que estoy en condiciones de dar una explicación de por qué se han producido estos cambios en el blog, sobre todo porque sólo tengo motivos de agradecimiento a lo mucho que he aprendido, tanto de algunos compañeros como de las mismas personas que vienen a pedirnos ayuda. Me explico.

Hace ya algunas semanas que interrumpí mi voluntariado, por pura necesidad, desde luego, y tengo que confesar que, aunque no me encuentro perdido del todo, sí se están removiendo en mi interior algunas cosillas que no quería ver, y algunos recuerdos.

No había tenido tiempo suficiente para pararme a reflexionar sobre mi vida y mi labor como voluntario. Llegué a ser voluntario para casi todo… y claro, eso no hay cuerpo humano que lo resista, bueno, por lo menos el mío, que ahora me pasa otra facturita complicada de resolver, y quizá un poco larga. Dios dirá.

Pues ahora que por fuerza tengo que parar, y hacer un alto incierto, es cuando comienzan a asaltarme algunas dudas, y para compensar esa inquietud también me asaltan algunos recuerdos, que había bloqueado en cierto modo. La sustitución tan brusca de mi trabajo como maestro, de un día para otro,  por la labor de voluntario, poco a poco  casi a tiempo completo, no me ha permitido reflexionar en profundidad. Y yo soy de los que necesita un tiempo de soledad  y tranquilidad para reflexionar.

Bien, pues la primera conclusión a la que ha llegado mi cerebro, dejándolo vagar  libremente, es que uno de los motivos de  mi “cansancio” se debe a lo difícil que resulta la labor en algunos  equipos, los personalismos exagerados, que se entiende menos entre cristianos, pero, es así, y ya se ha encargado el mismo Papa Francisco de llamarnos seriamente la atención sobre este y otros vicios.

Pero esta conclusión vino inmediatamente seguida de un recuerdo, mucho más gratificante para mí, a pesar de las dificultades que encierra la labor de maestro:  por lo menos a los niños y jóvenes se les puede educar, aconsejar, y si se resisten, están en su derecho como jóvenes a experimentar conductas  que le lleven a la madurez; pero algunos adultos están todavía en aquella fase testaruda, sin haber aprendido lo mejor de la vida que es la convivencia, la tolerancia, la cooperación, la capacidad de pedir perdón, y la disposición abierta y sincera, para buscar el bien de todos, y de la Institución a la que sirve, la Iglesia en este caso.


Bueno, al menos he logrado despejar la primera incógnita, no me cabe duda que pronto estará el camino otra vez despejado, y yo habré recuperado las fuerzas que necesito para continuar, más cómodo y aliviado, mejor preparado para mantenerme en servicio permanente hasta llegar a la meta final.

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