Más que en una crisis parece que
estamos metidos en un torbellino
gigantesco, un agujero negro o en un huracán que se mueve en todas las
direcciones, y que en vez de ir perdiendo fuerza se va regenerando a sí mismo.
Y este torbellino lo está engullendo todo, lo público y lo privado, porque mira
que es difícil encontrar un lugar y un momento de reposo.
Pues nada, no consigo ver horizonte alguno, todo da vueltas
y vueltas, y cuando crees que ya vas a descansar un ratito de repente te
sientes impulsado por el vacío que dejan otros en su loca carrera a ninguna
parte y tienes que ponerte las pilas; pero no consigo controlar el ritmo de mi
vida.
Por oro lado, parece como si algunos pensaran que ciertas personas tuvieran una cualidad especial
que les permitiría alimentase de problemas y nunca se hartaran. Que yo sepa,
sólo una persona sería capaz de semejante proeza, y es una persona divina,
Jesús de Nazaret, el Buen Pastor, que apacienta a sus ovejas y en verdes praderas
les hace recostar; “Venid a mi los que estáis cansados y agobiados, que yo os
aliviaré”; “llamad y se os abrirá”; “si
no os hacéis como niños”…
Estas y otras muchas palabras nos dejó dichas, y trato de
aferrarme a ellas para no dejarme engullir por la corriente, o al menos ir
agarrado a ellas para que los golpes no me hagan tanto daño, y resista hasta
poder encontrar un refugio seguro o amaine el temporal. Dios lo quiera.
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