Hoy me siento abatido,
no puedo asimilar los problemas que me afligen desde hace unos días, me siento
como si alguien quisiera cerrar un
círculo en torno a mí, para aislarme y rendirme, ha recurrido para ello a grandes
y pequeños problemillas mezclados, de
modo que no me quede ni el más mínimo requicio por donde escapar.
Menos mal que me queda
esta ventana por la que me llegan estas palabras del Papa ante sus cardenales:
“Hoy vemos como el mal
quiere dominar el mundo y es necesarrio entrar en lucha contra él. Vemos cómo
lo intenta de muchos modos, con diferentes formas de violencia, pero también
enmascarado como el bien para destruir las bases morales de la sociedad”.
Hace tiempo admiro a Su
Santidad por su clarividencia, por su don de palabra, por hacer claro y
sencillo lo que es difícil de entender; lo tengo por una nuevo Padre de la
Iglesia, porque como nadie ha sabido
defender la fe frente al ateísmo y el relativismo derivados del racionalismo, y nos ha
facilitado la recuperación de la alianza
entre la fe y la razón para avanzar con seguridad en el camino del conocimiento
y el progreso humanos.
Pero el mal está muy
extendido, viene obrando desde hace demasiado tiempo y somos muchos los que le
hemos permitido instalarse en nosotros mismos, hemos vivido muchos con una vela
a Dios y otra al diablo, por eso de caer bien, por probar esto y aquello; nos
rebelamos contra los padres y ya no hemos parado hasta exigir al estado
nuestros derechos individuales, porque queremos vivir como nos apetezca.
Pero me temo que no
sabemos bien lo que queremos, la anarquía se ha implantado y ha convertido esta
aldea global en un babel moderno, nadie se entiende con nadie y muchos ni a sí
mismos, parece que no hay argamasa capaz de unir a esta sociedad para que se
salve, las ideologías nos dividen más que nunca, y el bien común, logrado con
tantos esfuerzo en el pasado, es dilapidado.
Menos mal que aún
quedan resistentes, y cada vez son más los que se de adhieren voluntariamente a
regenerar la sociedad, a sacrificar parte de su vida en beneficio del bien
común, a trabajar por la tolerancia y el respeto a los valores que hacen a los
hombres más humanos, más humildes, sencillos, así podemos mirar al futuro con
esperanza.
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