sábado, 11 de enero de 2014

Cada día creo más en los milagros


Ya he hablado de una “niña grande” que nos dio una lección de humanidad y bondad, Hoy pude conocer muchos datos que a cualquiera le dejarían anonadado, y si le quedara aún algo de aliento, daría gracias a Dios por ella y porque no es uno mismo el que pasó por tales pruebas.

En esta historia tiene una participación extraordinaria una asociación religiosa, “los A, de C.”, no los he encontrado ni en Internet, estos sí que cumplen a rajatabla la máxima evangélica: “que tu mano derecha no sepa lo hace la izquierda”. Digo esto porque son los responsables de que nuestra amiga haya conseguido levantarse y rehacer en parte su vida desde la sima donde había caído y la encontraron; y son los que la han traído a cáritas para que Blanca le ayude a conseguir una pensión y se pueda valer por sí misma económicamente al menos. Ella quiere “pagar” de algún modo la atención recibida por pura caridad, por unas personas totalmente anónimas, cristianas totales.

Conserva unos destellos de inteligencia y buen gusto que asombra, su rostro es como el de un niño, su mirada franca, sus gestos graciosos, su sonrisa permanente, lo que da prueba de un espíritu sencillo, bondadoso, que la mueven espontáneamente a sufrir por un cuento destrozado y enseguida se ofrece a repararlo; y lo mismo se conmueve ante el sufrimiento ajeno y al instante se ofrece para aliviarlo.

Esta mujer es muy inteligente, sus desgracias, ocultas o más bien desvanecidas totalmente en la imagen que hemos visto, no han dejado la menor huella, ella es ahora otro ser, absolutamente generoso pues da lo que ha recibido: sostén, alivio, amor; de lo que fue le queda la inteligencia, la gracia, el buen gusto; está muy protegida contra el mal, como bien claro nos lo dejó otro día; nadie mejor que un niño sabe de quién puede fiarse, nadie mejor que ellos leen la expresión de los adultos, el tono de voz, y conocen sus intenciones, y adivinan los peligros.

Cada día creo más en los milagros, y en los ángeles, están ahí, nadie los ve más que el que tiene ojos para  verlos, nadie los nota, más que el tiene alma para sentirlos, y nadie disfruta su compañía más que el que conserva buena dosis de  inocencia e imaginación. Por esto decía yo el otro día que esta es una interpretación cabal de la frase del evangelio “si no os hacéis como niños…”




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