Por José
Luís Nunes Martins
publicado em 11 Maio 2013 - 07:00
publicado em 11 Maio 2013 - 07:00
No nacemos solos ni para estar
solos. La base de nuestra infelicidad es el deseo de no hacernos a nosotros
mismos felices.
Hoy día existen dos ideas que van ganando fuerza en el mundo
y que amenazan con destruir toda nuestra estructura interior. Una idea es que
todo está al alcance de todos, o sea, que cualquier persona puede hacerlo todo;
otra, la de que una cosa a la que llaman
autoestima es la base esencial de nuestro bien estar. Se trata de embustes tan
sutiles que no nos damos cuenta del mal que contraeríamos al seguir estas líneas de pensamiento tan
aparentemente inocentes …
Nadie puede hacerlo
todo. No tengo capacidad o posibilidad para decidir llevar mi vida por una
infinidad de opciones, soy un ser limitado en el tiempo, en el espacio, con un
contexto más o menos definido … Pensar que yo puedo ser quien yo quiero ser es,
de hecho, un disparate tremendo, en la medida en que eso establece un horizonte
engañador, una ilusión mala. Es claro que no podemos hacer todo, ¡ni la mitad!
Pero podemos y debemos ser felices dentro de
nuestras posibilidades reales, porque se puede siempre vivir feliz.
Siempre. Incluso y principalmente en los días y las noches en que es la propia
tristeza la que nos aborda y adormece…
La autoestima no es la
base de la identidad ni de cualquier relación. Tal vez la base, sí, pero de
algo maléfico… porque aquel que se basta a sí mismo anda en sentido opuesto a
lo que debía. El ser humano sólo se encuentra a través de compartir, de ayudar
al prójimo, del amor… nunca en actividades de autosatisfacción donde el placer
propio es el fin que se desea.
Hay cada vez más gente
que procura la autoayuda por aquello que llaman problemas de autoestima… ahora,
más allá de la evidente contradicción que aquí se manifiesta (procurar echar a
la autoestima), eso merece una reflexión ligeramente más profunda. ¿Será que la
raíz de este mal hecho de soledades no es la idea de que podemos todo? ¿casi
como si fuésemos dioses? Alguien que se convence de que tiene todo a su alcance
y después se da cuenta de que tiene sólo
una migaja de eso, ¡se deprimirá necesariamente!
Lo que parece
absolutamente perverso es que las personas que así parten en busca de tal
auto-ayuda encuentren como línea maestra la idea de que… imagínese: ¡todo está
a tu alcance! ¿Tú puedes hacer y ser todo! Tu vida puede llegar a ser solamente
una sucesión de alegrías… Comienza por desear y orienta tu vida en ese sentido…
ahora, ¡esto asusta! Porque la vida de quien piensa así tenderá,
inexorablemente, a empeorar aún más a medio plazo…
Lo que las personas
buscan en realidad no es la autoestima sino el amor. Todos tenemos una especie
de guarda compartida de nosotros mismos. Necesitamos al otro, precisamos del
amor que le podemos dar siempre. Pero, es ahí donde encontramos lo que nos
permitirá desbordar el corazón… cuando la felicidad del otro acontece. Cuando él
es feliz, ¡¡¡nosotros lo seremos también!!!
No nacemos solos ni
para estar solos. La autoestima es un embuste, tan contradictorio como el amor
propio… nuestros brazos, abrazos, sonrisas y corazón son para dar… no sirven
para nada bueno a nosotros mismos. Si queremos ser felices precisamos de los brazos,
abrazos, sonrisas y el corazón de alguien… son nuestras carencias las que nos
dan acceso al infinito.
La base de nuestra
infelicidad es el deseo de hacernos a nosotros mismos felices. Entreguémonos a
quien ama, a Dios y a todos los que con nosotros entrelazan, de las más
variadas formas, sus vidas.
Nadie se ama a sí
mismo. No podemos todo. Pero podemos, y debemos, se felices olvidándonos de
nosotros mismos y amando de forma pura y simple. Sin la lógica de la
reciprocidad. Eso es todo cuanto necesitamos para vivir una vida llena de una
alegría profunda. Entre muchos días y noches de tempestades…
Cuando nos damos a los
otros nos recibimos a nosotros mismos.
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