jueves, 9 de enero de 2014

El oasis de la palabra






Sienta, tranquila,   
no me expliques nada,  
tus ojos todo lo cuentan  
disfruta unos instantes mi cobija.

Yo mismo transité por el desierto     
sé del hastío, de la desesperanza;   
también hice siembra en suelo yermo,    
sentí el dolor tornar mi sangre helada.

He habitado el ágora y el cenobio,  
paseado por la gloria y el fracaso,  
surcado mil senderos sin descanso,  
hasta encontrar al fin el amor propio.

Hoy, aquí y ahora, te contaré un secreto,  
después de la tormenta del siroco,  
si limpias bien tus ojos,   
un espejismo cierto    
te librará del miedo, fardo loco.

Quédate un tiempo, un pacto yo te ofrezco,    
dame tu calma, tu historia inacabada,     
déjame aprehender tus luces y tus sombras,   
y gozosos y en paz plantemos nuestra jaima   
en el oasis de la palabra.

Pescaremos palabras constructoras,   
ladrillos de la inteligencia,    
palabritas yodadas, para la pupita;  
palabras almíbar, caricia del alma,   
palabras semilla, que nos hagan crecer;   
palabras enigma, saberes ocultos.   
Volveremos a ser el niño de pupilas dilatadas,  
el viejo sabio que mide las palabras.






Tu voz, sílaba, junto a la voz del otro   
seamos palabra colectiva,  
arañemos la sabiduría.


Dime el libro que has amado,   
el que te ha hecho ser quien eres.   
Cuéntame si has dejado a Platero    
trotar en tu corazón, preso de nieve.   
Regálame ese poema, que el poeta escribió    
sólo porque tú lo necesitabas.

Yo te daré la alegría de vivir del que ya ha aprendido   
que al lado de las criptas nacen flores    
y que todos los días comienzan    
con la más bella palabra
que tiene mi amada lengua,
regalo de mi madre y de tantos y tantos…

Si yo tuviera que quedarme una,
una sola palabra, la más bella,
la que grácil aletea, baila en mis oídos y en mi alma,    
sería, siempre sería: ALBA

Y tú, caminante, que no sé de donde vienes,    
por favor regálame una, la que tú prefieras,       
¿Quieres?

Hagamos un puente de seda    
con nuestras prestadas palabras


Luis Aranzana



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