J. es portugués, pasó muchos años en las
colonias, Angola, Mozambique, y según dice recorrió gran parte de África. Pero
no cuenta muchas aventuras, no, más bien esconde un pasado que no le apetece
recordar, no por malo me da la impresión, pues alguna vez me ha dicho que vivía
bien y trabajaba mucho. Sospecho que era algo relacionado con el comercio, de
ahí su conocimiento de gran parte de África. Pero Portugal perdió las colonias
hace tiempo y muchos portugueses también perdieron su modo de vida. ¡Cuánto nos
podría contar J. De África, de las colonias! Pero habla poco.
Ahora es un hombre afable, de confianza, es
estable, ordenado, trabajador, servicial; es de fiar como pocos por aquí, y no tiene
vicios. Está separado y está arreglando los papeles para poder disfrutar de una
pensión, pero la tardanza en la llegada de los papeles le obliga a estar con
nosotros varios meses. Su paciencia y su disciplina le permiten emplear el
tiempo sin agobios ni desesperación.
Nada más
conseguir su paga se independizó, vivió en J. un tiempo e incluso
trabajó para una tienda, luego en un bar;
pero no duró mucho tiempo la buena suerte. Todavía le esperaba otra
prueba, una operación, que gracias a Dios le salió bien y hoy ha recuperado la
autonomía.
Aunque ya no está con nosotros desde hace
más de un año, nos viene a visitar y a dar las gracias, tanto a las hermanas
del albergue como a nosotros. Decía yo antes que era un hombre
de fiar y bastante responsable, pues hemos de añadir ahora que es agradecido.
Vive actualmente en Jerez, en el centro San
Juan de Dios que dirige el Hermano Juan Carlos. También el hermano es
agradecido porque ya no es hermano de San Juan de Dios, sino Hermano de la
Misericordia, y le ha puesto el nombre de San Juan de Dios a su primer centro
de atención a las personas sin hogar. Por eso dice J. que allí está muy a
gusto.
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