miércoles, 22 de enero de 2014

Casas de acogida para reflexionar y cambiar de vida



Esta mañana ha transcurrido un tanto alterada por la noticia de que la policía ha entregado a unos ocupas  una notificación para que abandonen su “vivienda”, y tienen quince días para las alegaciones oportunas.

A última hora llegó un joven de apariencia normal, a penas lleva unas semanas fuera de su casa, y está aquí porque le ha salido un trabajo, una señora lo contrata por comida y diez euros, de tal hora a tal otra; necesita un albergue donde dormir hasta que consiga lo suficiente para alquilar una habitación. Ha venido para probarse, para ser capaz de encontrarse partiendo de cero.

Es un ejemplo cabal de la situación que vive un número de personas creciente: joven, vivía con su pareja, estudios pocos, algún que otro curso de formación, si lo hizo; sin hijos, o quizá uno o dos. Estaba trabajando hasta hace poco y ya no aguanta las discusiones…no puede soportar el sufrimiento, y se va, de pronto…

Se me ocurre que habría que crear un tipo nuevo de albergue donde se diera cobijo a aquellos que tienen que irse de casa, así, de repente…Resulta muy duro encontrarse realmente en la calle, sin tener a quien acudir, ni familia ni amigos…

Albergues enormes…como aquellos hospitales reales de la edad media; nos hacen falta nuevos albergues para acoger a las víctimas de las nuevas epidemias, consecuencia de una sociedad enferma de excesos, de egoísmo, individualismo, materialismo; que padece carencia de valores y de sentido de la vida… albergues abiertos, sin límite horario,  humanitarios…Nos hace falta también alguna orden nueva consagrada, o una ong,  especializada en acoger y cuidar de estos “enfermos”, que puede ser cualquiera cualquier día…Como decimos entre nosotros, nunca sabemos donde está el límite, hasta donde llega nuestra capacidad de aguante en circunstancias extremas.

Cuando le repregunté los motivos de su presencia aquí me contestó inmediatamente  que quería reflexionar después de la ruptura de  una vida de pareja imposible, llena de ruidos y de falta de valores,  él los tenía antes de conocerla y no quería perderlos. El otro motivo es que no quiere ser una carga más para su madre…él creyó que debía buscarse la vida en otra parte, alejado de su compañera que le impide ser como él quiere ser, y para no ser una carga mayor para su madre, que sostiene a otros hijos y nietos con su escasa pensión.

Mientras escribía estas impresiones del día anterior, hoy ha llegado mi amigo A. y lo primero que se me ocurre es comparar su situación con la de los animales que se abandonan en verano… Conocí a A. hace ya bastante tiempo, lo conocí cuando era una persona cualquiera, jugando al villar, y era imbatible, muy bueno. Iba acompañado de su novia, que estaba embarazada.

A pesar de que lo intentaba no volvimos a coincidir para competir al villar, el motivo era sin duda que su novia había dado a luz, como ya me lo había advertido. Efectivamente los encontré por la calle, padres orgullosos de un bebé precioso. Echábamos de menos las partidas al villar.

Pasó más tiempo y se presentó de pronto en esta oficina para personas sin hogar. Entonces pude comprobar que algo anormal le sucedía, estaba en tratamiento, y también seguía estudiando en el instituto para acabar el bachillerato. Había retrocedido en el tiempo… me descolocó totalmente. Venía solamente porque me vio aquí, y después siguió viniendo a tomar un café y a limpiarme el ordenador de virus, que sabía mucho de informática. Sus teorías eran un poco peculiares, desde luego, pero sin duda tenía sus razones y argumentaba con una lógica que yo no comprendía bien, pero la tenía.

También un día empezó a sentarse a mi lado en la Iglesia durante la misa de los domingos. Conocí a su madre entonces, pero no pude hablar con ella, aunque se le notaba algo cansada, o huidiza.

Un día por fin terminó en el albergue, porque su madre se había cansado de él, igual que hoy, después de cerca de un año.


Otra prueba más de lo que decía, hace falta un lugar adecuado para tantas personas a las que les cambia la vida de golpe y no tienen a quien acudir.

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