Cuando crees que ya no es posible
escuchar una tragedia que supere las que ya conoces, o cuando ya te crees lo
suficientemente fuerte como para escuchar la mayor tragedia sin que te afecte
emocionalmente, pues es entonces, cuando estás tan tranquilo en la
cotidianidad, charlando y animando a los que ya conoces, es entonces cuando
aparece por la puerta, a última hora, con aspecto normal, un desconocido con su
tragedia. Llega a última hora, sin cita,
a la desesperada. Comienza a hablar y en
seguida barruntas la tragedia; empiezas
a recular, a distraer a la persona con preguntas de las que tu intuyes la
respuesta o te sientes preparado para responderle, a ver si así evitas que
llegue el momento en el que explota la conversación, se desatan todas las
furias que a penas logra contener un cuerpo hambriento, maltratado, desvelado,
con la mente absorta en una sola idea, dando vueltas en círculo, como un
laberinto, cada vez más perdida e
incapaz de encontrar la salida por sí
mismo.
La petición es un ultimátum: “o
encuentro una casa, (y ustedes me ayudan a encontrarla), o me quedo sin mi
hija. Ustedes no me están diciendo lo mismo que ya me han dicho. Yo no sé qué
tengo que hacer, quizá darle un tiro a alguien”. Expone una y otra vez su plan
“millonario” para salir de la situación en que se encuentra y así poder librar
a su hija del centro me menores donde se encuentra, a pocos días de ser entregada en adopción. Nosotros no entendemos
de comercio, ni de vender productos informáticos, ni de patentes, ni manejamos
presupuestos millonarios para avalar a nadie, entonces no le somos útiles, de
ahí el desconcierto de este hombre.
Es un hombre de mediana edad, que
esta cobrando la RAI, pero no le llega para hacerse cargo de su hija que está
en un centro de menores esperando ser entregada en adopción, ¿Por qué le ocurre esto? Es una consecuencia
más de la droga que ha destrozado una familia. Le preguntamos por la madre y
nos dice que ella no quiere saber nada de su hija, y mejor así porque no esta en condiciones de
hacerse cargo de su hija. Él ha pasado algún tiempo en la cárcel, pero ha
salido absuelto de tres condenas porque se basaban en acusaciones falsas. Ha demandado a la
administración de justicia y espera que lo indemnice generosamente, con lo que
podría alquilar una buena casa para vivir con su hija.
De momento no tiene más que la
renta y el plazo para dar en adopción a su hija termina en febrero. Este hombre
necesita encontrar la casa inmediatamente para evitar la adopción. Jura una y otra
vez que no quiere abandonar a su hija, se desespera porque nadie le ayuda, se encuentra completamente
solo . Tiene otro recurso que no puede hacer efectivo, tiene un programa
informático o una “aplicación” fantástica
que puede dar mucho dinero. Espera, como vemos, conseguir un montón de
dinero, pero necesita que alguien confíe en él y le ayude a financiar y comercializar el producto.
No quiere ayuda de la caridad, no
quiere vivir como una persona sin hogar, acudir a los servicios que disfrutan
humildemente tantas personas sin hogar a diario. Es muy autosuficiente, es un
hombre preparado, disfrutó de buena casa y buenos trabajos, y no quiere la
ayuda que se ofrece en los centros de acogida. Este hombre no ve, se atormenta,
¿se siente culpable?, exige una confianza que no es capaz de dar y no es
consciente de ello, por eso se atormenta y rechaza la ayuda que se le puede
ofrecer, no se cree “digno” de ella, quiere lo mejor para su hija y para
él.¡Qué tormento! Por eso es tan difícil estar una hora larga escuchando los
mismos argumentos sin avanzar un paso hacia una solución realista.
Al mismo tiempo la trabajadora
atendía a otro joven desesperado, y pudo escuchar parte de nuestra
conversación, al salir de la entrevista
sin una solución para evitar pasar la
noche en la calle, mira con cara de desesperación al hombre y dice: “lo mejor es lo que usted
dijo hace un momento, darle un tiro a alguien”. El hombre se siente apoyado y
dice que cada día va a ser peor, que esto es el principio y que vamos a ver
cosas muy malas.
Hoy salimos con mal sabor de
boca, ¿cómo hay que hacer para que los problemas no afecten, para que las
palabras que han sido dichas con toda su fuerza no causen mella en el cerebro y
en el recuerdo? ¿Cómo se le dice a esta persona que el responsable de su vida
es él, cuando está culpando y amenazando a no sé cuántos, y espera que le
paguen millones? Tú escuchas, callas, y
como un eco sus palabras le rebotan y lo exasperan, entonces te acusa de que no
lo estás escuchando, porque no te ve afectado como él, porque no le das la razón y no le aportas
ninguna solución. La única solución está en él mismo, en asumir su situación y
tratar de encontrar la salida al laberinto que es su vida ahora mismo.
Viendo tanto sufrimiento
provocado entre los más cercanos, el
destrozo de las familias, los niños maltratados, no queridos y
abandonados, es para preguntarse qué clase de mundo hemos creado, qué hemos
hecho de nuestra vida y de la vida de los que dependen de nosotros para haber
llegado a estos extremos, cada día más frecuentes, cada día más atroces; como
ese miserable juego “al escondite” con los niños desaparecidos en Córdoba, o
los “menores” violadores a los que se les va la mano, añadiendo el espantoso
agravante de su juventud al crimen; o los cobardes crímenes terroristas para
imponer por el miedo las ideas políticas: toda la sociedad está en manos de
unos impíos criminales, que cometen sus crímenes y se burlan de la justicia y
causan un dolor permanente e incurable en las víctimas y sus allegados.
Que el nuevo año nos encuentre
dispuestos a poner remedio a tantos males y poco a poco recobremos el sentido
de sociedad, la confianza en la justicia y la solidaridad entre todos los
hombres.
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