jueves, 9 de enero de 2014

Barruntando la tragedia



Cuando crees que ya no es posible escuchar una tragedia que supere las que ya conoces, o cuando ya te crees lo suficientemente fuerte como para escuchar la mayor tragedia sin que te afecte emocionalmente, pues es entonces, cuando estás tan tranquilo en la cotidianidad, charlando y animando a los que ya conoces, es entonces cuando aparece por la puerta, a última hora, con aspecto normal, un desconocido con su tragedia. Llega  a última hora, sin cita, a la desesperada. Comienza a hablar y  en seguida barruntas la tragedia;  empiezas a recular, a distraer a la persona con preguntas de las que tu intuyes la respuesta o te sientes preparado para responderle, a ver si así evitas que llegue el momento en el que explota la conversación, se desatan todas las furias que a penas logra contener un cuerpo hambriento, maltratado, desvelado, con la mente absorta en una sola idea, dando vueltas en círculo, como un laberinto,  cada vez más perdida e incapaz de  encontrar la salida por sí mismo.

La petición es un ultimátum: “o encuentro una casa, (y ustedes me ayudan a encontrarla), o me quedo sin mi hija. Ustedes no me están diciendo lo mismo que ya me han dicho. Yo no sé qué tengo que hacer, quizá darle un tiro a alguien”. Expone una y otra vez su plan “millonario” para salir de la situación en que se encuentra y así poder librar a su hija del centro me menores donde se encuentra, a pocos días de ser  entregada en adopción. Nosotros no entendemos de comercio, ni de vender productos informáticos, ni de patentes, ni manejamos presupuestos millonarios para avalar a nadie, entonces no le somos útiles, de ahí el desconcierto de este hombre.

Es un hombre de mediana edad, que esta cobrando la RAI, pero no le llega para hacerse cargo de su hija que está en un centro de menores esperando ser entregada en adopción,  ¿Por qué le ocurre esto? Es una consecuencia más de la droga que ha destrozado una familia. Le preguntamos por la madre y nos dice que ella no quiere saber nada de su hija,  y mejor así porque no esta en condiciones de hacerse cargo de su hija. Él ha pasado algún tiempo en la cárcel, pero ha salido absuelto de tres condenas porque se basaban en  acusaciones falsas. Ha demandado a la administración de justicia y espera que lo indemnice generosamente, con lo que podría alquilar una buena casa para vivir con su hija.

De momento no tiene más que la renta y el plazo para dar en adopción a su hija termina en febrero. Este hombre necesita encontrar la casa inmediatamente para evitar la adopción. Jura una y otra vez que no quiere abandonar a su hija, se desespera porque  nadie le ayuda, se encuentra completamente solo . Tiene otro recurso que no puede hacer efectivo, tiene un programa informático o una “aplicación” fantástica  que puede dar mucho dinero. Espera, como vemos, conseguir un montón de dinero, pero necesita que alguien confíe en él y le  ayude a financiar y comercializar  el producto.

No quiere ayuda de la caridad, no quiere vivir como una persona sin hogar, acudir a los servicios que disfrutan humildemente tantas personas sin hogar a diario. Es muy autosuficiente, es un hombre preparado, disfrutó de buena casa y buenos trabajos, y no quiere la ayuda que se ofrece en los centros de acogida. Este hombre no ve, se atormenta, ¿se siente culpable?, exige una confianza que no es capaz de dar y no es consciente de ello, por eso se atormenta y rechaza la ayuda que se le puede ofrecer, no se cree “digno” de ella, quiere lo mejor para su hija y para él.¡Qué tormento! Por eso es tan difícil estar una hora larga escuchando los mismos argumentos sin avanzar un paso hacia una solución  realista.

Al mismo tiempo la trabajadora atendía a otro joven desesperado, y pudo escuchar parte de nuestra conversación,  al salir de la entrevista sin una solución para evitar pasar  la noche en la calle, mira con cara de desesperación  al hombre y dice: “lo mejor es lo que usted dijo hace un momento, darle un tiro a alguien”. El hombre se siente apoyado y dice que cada día va a ser peor, que esto es el principio y que vamos a ver cosas muy malas.

Hoy salimos con mal sabor de boca, ¿cómo hay que hacer para que los problemas no afecten, para que las palabras que han sido dichas con toda su fuerza no causen mella en el cerebro y en el recuerdo? ¿Cómo se le dice a esta persona que el responsable de su vida es él, cuando está culpando y amenazando a no sé cuántos, y espera que le paguen millones?  Tú escuchas, callas, y como un eco sus palabras le rebotan y lo exasperan, entonces te acusa de que no lo estás escuchando, porque no te ve afectado como  él, porque no le das la razón y no le aportas ninguna solución. La única solución está en él mismo, en asumir su situación y tratar de encontrar la salida al laberinto que es su vida ahora mismo.

Viendo tanto sufrimiento provocado entre los más cercanos, el  destrozo de las familias, los niños maltratados, no queridos y abandonados, es para preguntarse qué clase de mundo hemos creado, qué hemos hecho de nuestra vida y de la vida de los que dependen de nosotros para haber llegado a estos extremos, cada día más frecuentes, cada día más atroces; como ese miserable juego “al escondite” con los niños desaparecidos en Córdoba, o los “menores” violadores a los que se les va la mano, añadiendo el espantoso agravante de su juventud al crimen; o los cobardes crímenes terroristas para imponer por el miedo las ideas políticas: toda la sociedad está en manos de unos impíos criminales, que cometen sus crímenes y se burlan de la justicia y causan un dolor permanente e incurable en las víctimas y sus allegados.

Que el nuevo año nos encuentre dispuestos a poner remedio a tantos males y poco a poco recobremos el sentido de sociedad, la confianza en la justicia y la solidaridad entre todos los hombres.


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