jueves, 23 de enero de 2014

Con fe todo se alcanza. La fe mueve montañas…



Hoy me he llevado una decepción, de momento, porque es difícil admitir que uno no dispone de la capacidad de solucionar problemas ajenos, ni tiene por tanto capacidad para cambiar la vida de nadie; sobre todo depende de cada persona y su sinceridad consigo mismo.

Lo decía de una manera muy convincente esta mañana un hombre, algo mayor y muy sabio, se le nota que no ha pasado por la vida en balde, su capacidad de reflexión es extraordinaria.  Tratábamos de animar a un hombre más joven, que decía que estaba a punto de tirar la toalla. Yo le solté enseguida “eso no, hombre, que eres muy joven”. Pero, el hombre sabio me hizo un gesto y tomó él las riendas de la conversación, como un maestro con su discípulo.

Se dirigió al joven con una gran seguridad, pero con un gran respeto y hasta con afecto: “hace falta tener fe. Sin fe no se encuentra sentido a la vida, no se puede tirar para adelante”. También le dijo que eso era una cobardía, incluso le dijo “entonces eres malo”…al no responderle con claridad a su pregunta sobre la fe. Como el joven mostró una gran receptividad, el hombre sabio siguió hablando y sugiriendo formas de poder controlar la mente. Para relajar un poco la conversación nos contó un cuento, como un auténtico cuentacuentos de esos que me han dicho que hay por los mercados en Marruecos y que son una maravilla.

A pesar de todo el joven no daba muestras de superar su abatimiento, pero sí agradecía las palabras del sabio, dichas con gran suavidad y ternura, el hombre concluyó su conversación ofreciéndose a cortarle las uñas ya que las tenía excesivamente largas… (“No he venido a ser servido… ¡Qué lección!)…

El hombre mayor es el que hace unos días cedió su plaza en el albergue donde se encontraba para dar acogida a una chica joven que la requería. No es español ni católico, es una gran persona, la vida errante no le ha maliciado, ni ha borrado la sonrisa de su boca, ni ha apagado el brillo de sus ojos. No guarda su sabiduría para sí, la regala. Aunque no siempre el que recibe sus favores los sabe agradecer, como esa chica a la que cedió su plaza en el albergue…ya no está, ha sido expulsada;  me equivoqué, volvió a cruzar la puerta.


No somos nosotros los que logramos los cambios en los que nos piden ayuda, como mucho orientamos, apoyamos, sostenemos, hasta que quien pide ayuda  se vale por sí mismo. Por eso es tan importante la fe, tanto para el que quiere superarse, como para el que quiere ayudar, ambos necesitan humildad, uno para encontrarse a sí mismo y el otro para no entorpecer o forzar el proceso.

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