jueves, 9 de enero de 2014

Ella ha arrojado la botella con el mensaje...



Hoy no puedo por menos de expresar mi admiración por “mi trabajadora social”, a pesar de que llevemos en este oficio más de cuatro años juntos, en estrecha colaboración y muy buen entendimiento.

¿Y por qué quiero resaltar mi admiración por ella? Pues, por su capacidad de trabajo, aunque esta capacidad  es reconocida por todos desde que la conozco; por su capacidad para escuchar, aunque..., lo mismo que antes; por su capacidad para comunicar a cada “usuario” o demandante de ayuda, sea del tipo que sea, lo que le conviene para solucionar su problema, pero esta cualidad también es ampliamente admitida, salvo por esos que no toleran la verdad o no quieren saberla para seguir cómodamente como están; por su simpatía y permanente buen humor, pero esto lo saben en gran parte del territorio nacional, a quienes les interesa, claro está.

 Pero hoy mi admiración es por todo esto junto más  por su modo de actuar, con una dedicación plena, defendiendo con entusiasmo el espíritu de Cáritas, y sacando el máximo provecho de los medios que la institución le ofrece.

El calor nos tenía hoy un poco agobiados a todos y el ambiente era más bien relajado. Esto me permitió  compartir más tiempo con la trabajadora social en su despacho, y conocer los progresos realizados y los métodos empleados en la solución de dos casos  que producen cierta ternura. Ha logrado contactar a través del Facebook con la hermana de uno de ellos y con la sobrina del otro, una en España y la otra en el extranjero,  y son personas que causan buena impresión por sus comentarios.

Ella ha arrojado la botella con el mensaje a las autopistas de la información, ahora nos queda esperar la respuesta, confiamos en que lo antes posible estas dos personas  sean acogidas por sus familiares y puedan abandonar la calle y desterrar la soledad de sus vidas.


La verdad es que hoy destacan por su frecuencia y su crudeza los desencuentros entre familiares y amigos, con consecuencias para terceras personas muchas veces, menores generalmente,  y otras veces personas débiles mental y afectivamente. Nada podrá sustituir el calor y la seguridad de una familia, ni el progreso por el progreso, ni las tentadoras ofertas del derecho individual a la  libertad y felicidad a bajo coste, ni en el cambio por el cambio. Hemos dilapidado un herencia preciosa de conocimientos y valores que nos ha hecho progresar como nunca, por eso ahora nos toca demostrar que somos mejores que las generaciones pasadas, y para ello no basta con criticar, despreciar y acusar a las personas e instituciones que han creado esta sociedad, con defectos, pero muy fructífera.

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