domingo, 19 de enero de 2014

DEL MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2014

«Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor»

Queridos hermanos y hermanas:

Nuestras sociedades están experimentando, como nunca antes había sucedido en la historia, procesos de mutua interdependencia e interacción a nivel global, que tienen el objetivo de mejorar las condiciones de vida de la familia humana,  en el aspecto económico, en el político y cultural.

El creciente fenómeno de la movilidad humana emerge como un “signo de los tiempos”; así lo ha definido el Papa Benedicto XVI (cf. Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2006). Las migraciones ponen de manifiesto frecuentemente las carencias y lagunas de los estados y de la comunidad internacional,  revelan también las aspiraciones de la humanidad de vivir la unidad en el respeto de las diferencias, la acogida y la hospitalidad que hacen posible la equitativa distribución de los bienes de la tierra, la tutela y la promoción de la dignidad y la centralidad de todo ser humano.

¿Qué supone la creación de un “mundo mejor”? Buscar un desarrollo auténtico e integral,  trabajar para que sea respetada, custodiada y cultivada la creación que Dios nos ha entregado. El venerable Pablo VI describía con estas palabras las aspiraciones de los hombres de hoy: «Verse libres de la miseria, hallar con más seguridad la propia subsistencia, la salud, una ocupación estable; participar todavía más en las responsabilidades, fuera de toda opresión y al abrigo de situaciones que ofenden su dignidad de hombres; ser más instruidos; en una palabra, hacer, conocer y tener más para ser más» (Cart. enc. Populorum progressio, 26 marzo 1967, 6).

El mundo sólo puede mejorar si la atención primaria está dirigida a la persona, en todas sus dimensiones, incluida la espiritual; si no se abandona a nadie, comprendidos los pobres, los enfermos, los presos, los necesitados, los forasteros (cf. Mt 25,31-46).

La Iglesia, en camino con los emigrantes y los refugiados, se compromete a comprender las causas de las migraciones, pero también a trabajar para superar sus efectos negativos y valorizar los positivos en las comunidades de origen, tránsito y destino de los movimientos migratorios.

Al mismo tiempo no podemos dejar de denunciar el escándalo de la pobreza: la violencia, explotación, discriminación, marginación, planteamientos restrictivos de las libertades fundamentales, tanto de los individuos como de los colectivos.

La realidad de las migraciones, pide ser afrontada y gestionada de un modo nuevo. El Papa Benedicto XVI trazó las coordenadas afirmando que: «Esta política hay que desarrollarla partiendo de una estrecha colaboración entre los países de procedencia y de destino de los emigrantes; ha de ir acompañada de adecuadas normativas internacionales capaces de armonizar los diversos ordenamientos legislativos, con vistas a salvaguardar las exigencias y los derechos de las personas y de las familias emigrantes, así como las de las sociedades de destino» (Cart. enc.Caritas in veritate, 19 junio 2009, 62).

Por último, quisiera subrayar un tercer elemento en la construcción de un mundo mejor, la superación de los prejuicios y preconcepciones en la evaluación de las migraciones. Los medios de comunicación social, en este campo, tienen un papel de gran responsabilidad: a ellos compete, en efecto, desenmascarar estereotipos y ofrecer informaciones correctas.

Pienso también en cómo la Sagrada Familia de Nazaret ha tenido que vivir la experiencia del rechazo al inicio de su camino: María «dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (Lc 2,7). Jesús, María y José han experimentado lo que significa ser emigrantes: amenazados por el poder de Herodes. Pero han conservado siempre la confianza en que Dios nunca les abandonará. Que por su intercesión, esta misma certeza esté siempre firme en el corazón del emigrante y el refugiado.

La Iglesia, respondiendo al mandato de Cristo «Id y haced discípulos a todos los pueblos», está llamada a ser el Pueblo de Dios que abraza a todos los pueblos, y lleva a todos los pueblos el anuncio del Evangelio. El fundamento de la dignidad de la persona está  en el ser creados a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26-27). Se trata de que nosotros  veamos en ello una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa.

Queridos emigrantes y refugiados. No perdáis la esperanza de que también para vosotros está reservado un futuro más seguro, que en vuestras sendas podáis encontrar una mano tendida, que podáis experimentar la solidaridad fraterna y el calor de la amistad. A todos vosotros y a aquellos que gastan sus vidas y sus energías a vuestro lado os aseguro mi oración y os imparto de corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 5 de agosto de 2013.

FRANCISCO





No hay comentarios:

Publicar un comentario