jueves, 9 de enero de 2014

De un pasado próspero a un futuro posible



 A nadie se le ocurriría pensar que X. vive en la calle, vamos, que si alguien lo hiciera es que tendría dotes adivinatorias. Llevo viéndolo por nuestra oficina durante meses y a penas se nada de su vida, eso sí, viene a menudo, charla, no mucho, es cierto, pero se lleva bien con todo el mundo,  y además jamás se queja; parece que él no tiene nada malo que olvidar, o más bien superar,  porque siempre sonríe.

Vaya, pues parece que las apariencias engañan, tanto esmero en las apariencias ¿es para ocultar la realidad, o hacer como si no hubiera pasado lo que le ha llevado a la situación presente; como si no se hubieran roto los pilares que sostenían aquella realidad añorada?  Pasaron  también aquellas circunstancias favorables, y como  alguien dijo  hace tiempo: “yo soy yo y mis circunstancias”. Pues, X., si las circunstancias son otras, tú no puedes ser el mismo de hace diez años, como no puede ser la misma agua que corre por un río en un punto determinado, constantemente se renueva. Esta mirada al pasado no permite ir con plena disposición hacia un futuro posible, impide dar pasos hacia una nueva realidad, que no tiene por qué ser exactamente la que era, y tampoco peor que aquella. La realidad social ha evolucionado, y mucho, tanto que son millones los afectados, o mejor los parados, dispuestos a trabajar de lo que sea, incluso los hay que esconden sus títulos y capacidades para que los contraten  con un sueldo mínimo.

Hoy mismo me decía una persona, que vuelve al hogar sólo después de unas semanas de habernos dejado, “le he pedido a Dios que me llevara con él. Lo he pasado muy mal, he pasado frío, hambre, suciedad...”

¿Habrá una salida para tantas personas como requieren una vida digna?¿Se llegará alguna vez a la convicción de que es un  acto  de justicia el dar de lo que se tiene y no digamos de lo que sobra, para que surja un movimiento de solidaridad universal que acabe con la pobreza y la marginación? Con mucha humildad sí se lograría, pero para ser humildes hay que tener una firmes convicciones y buscar incesantemente la Verdad, la verdad que es global, que esclarece y que libera de actitudes egoístas.

Incluso entre hermanos de sangre se dan hoy de manera frecuente diferencias escandalosas. Pero, la verdadera hermandad es universal, todos somos hermanos porque nacemos iguales, con las mismas necesidades, y debemos entendernos para que el mundo avance en paz.

Ha habido muchos intentos de dar satisfacción a esas necesidades, unos han hablado de transformación de la sociedad y para ello necesitaron eliminar a la mitad de la población mediante la lucha de clases; otros hablaron del superhombre y aniquilaron al oponente y al débil; otros se creyeron tan racionales que se volvieron intolerantes negando cualquier  trascendencia y ahogando con ello las utopías que elevan a la humanidad y la humanizan más todavía. La utopía de la paz que está por llegar, llegará, aunque no sepamos bien cómo ni cuando, pero es la que canaliza los mejores esfuerzos y la promueven las personas de bien que a lo largo de la historia han ido salvando a la humanidad y la han hecho avanzar hasta alcanzar un desarrollo suficiente.

Mas, de nuevo el reparto de los bienes se ha desequilibrado al máximo y muchos sencillamente están excluidos de dicho reparto, por lo que la sociedad mundial anda dando vueltas sin dirección, ni saber bien a donde debe ir; guerra de los mercados lo llaman, ¿Dónde quedan las personas? Pues muchas quedan a merced de la Providencia, que sigue actuando por medio de la generosidad de muchas personas y alimentando la esperanza de los que padecen una marginación y pobreza transitoria.


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