A nadie se le ocurriría pensar que X. vive en
la calle, vamos, que si alguien lo hiciera es que tendría dotes adivinatorias.
Llevo viéndolo por nuestra oficina durante meses y a penas se nada de su vida,
eso sí, viene a menudo, charla, no mucho, es cierto, pero se lleva bien con
todo el mundo, y además jamás se queja;
parece que él no tiene nada malo que olvidar, o más bien superar, porque siempre sonríe.
Vaya, pues parece
que las apariencias engañan, tanto esmero en las apariencias ¿es para ocultar
la realidad, o hacer como si no hubiera pasado lo que le ha llevado a la
situación presente; como si no se hubieran roto los pilares que sostenían
aquella realidad añorada? Pasaron también aquellas circunstancias favorables, y
como alguien dijo hace tiempo: “yo soy yo y mis
circunstancias”. Pues, X., si las circunstancias son otras, tú no puedes ser el
mismo de hace diez años, como no puede ser la misma agua que corre por un río
en un punto determinado, constantemente se renueva. Esta mirada al pasado no
permite ir con plena disposición hacia un futuro posible, impide dar pasos
hacia una nueva realidad, que no tiene por qué ser exactamente la que era, y
tampoco peor que aquella. La realidad social ha evolucionado, y mucho, tanto
que son millones los afectados, o mejor los parados, dispuestos a trabajar de
lo que sea, incluso los hay que esconden sus títulos y capacidades para que los
contraten con un sueldo mínimo.
Hoy mismo me decía
una persona, que vuelve al hogar sólo después de unas semanas de habernos
dejado, “le he pedido a Dios que me llevara con él. Lo he pasado muy mal, he
pasado frío, hambre, suciedad...”
¿Habrá una salida
para tantas personas como requieren una vida digna?¿Se llegará alguna vez a la
convicción de que es un acto de justicia el dar de lo que se tiene y no
digamos de lo que sobra, para que surja un movimiento de solidaridad universal
que acabe con la pobreza y la marginación? Con mucha humildad sí se lograría,
pero para ser humildes hay que tener una firmes convicciones y buscar
incesantemente la Verdad, la verdad que es global, que esclarece y que libera
de actitudes egoístas.
Incluso entre
hermanos de sangre se dan hoy de manera frecuente diferencias escandalosas.
Pero, la verdadera hermandad es universal, todos somos hermanos porque nacemos
iguales, con las mismas necesidades, y debemos entendernos para que el mundo
avance en paz.
Ha habido muchos
intentos de dar satisfacción a esas necesidades, unos han hablado de
transformación de la sociedad y para ello necesitaron eliminar a la mitad de la
población mediante la lucha de clases; otros hablaron del superhombre y
aniquilaron al oponente y al débil; otros se creyeron tan racionales que se
volvieron intolerantes negando cualquier
trascendencia y ahogando con ello las utopías que elevan a la humanidad
y la humanizan más todavía. La utopía de la paz que está por llegar, llegará,
aunque no sepamos bien cómo ni cuando, pero es la que canaliza los mejores
esfuerzos y la promueven las personas de bien que a lo largo de la historia han
ido salvando a la humanidad y la han hecho avanzar hasta alcanzar un desarrollo
suficiente.
Mas, de nuevo el
reparto de los bienes se ha desequilibrado al máximo y muchos sencillamente
están excluidos de dicho reparto, por lo que la sociedad mundial anda dando
vueltas sin dirección, ni saber bien a donde debe ir; guerra de los mercados lo
llaman, ¿Dónde quedan las personas? Pues muchas quedan a merced de la
Providencia, que sigue actuando por medio de la generosidad de muchas personas
y alimentando la esperanza de los que padecen una marginación y pobreza
transitoria.
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