Ícaro
para
Lola
Lo conocí en la cubierta de un barco que hace la travesía regular
entre el norte del continente y el sur de la península. Desembarcábamos en un
pueblo que pertenece a la costa tropical o Mar de Plástico.
Me comentó que era pintor y que había estado viajando dos años por
el país, los motivos de sus cuadros eran personajes y sitios donde había
vivido. Firma su obra con el seudónimo del matemático que descubrió la rotación
de mala tierra. Me dijo también que dos comerciantes en arte le había
subvencionado el viaje, y que él a cambio les daba la exclusiva de su obra.
Regularmente les mandaba los cuadros que pintaba y ellos le pagaban según
tasación. Había aprendido el árabe y el idioma que se habla al norte de ese
país. Había vendido toda su obra y estaba muy contento, nos invitamos
mutuamente varias veces, y la conversación me resultaba cada vez más amena e
interesante.
Había vendido todo menos un cuadro que me enseñó, al verlo, le
comenté que no me parecía una pintura, sino más bien un escrito coránico, y él
me dio la razón, en cuanto que era un escrito, pero también podía ser bíblico.
Me explicó que al llegar al país no hablaba el árabe, y que paseando por las
calles de la ciudad, que en tiempos de la segunda guerra mundial fue territorio
internacional, en la que transcurría una de las películas mejores de la
historia, se detuvo ante una fachada de
una casa porque le llamó la atención una cerámica que contenía los colores que
a él siempre le habían gustado, y que eran exactamente, ni uno más ni uno
menos, los colores del arco iris. Como no entendía lo que allí había escrito,
lo pintó, y como ya sabía el árabe me lo tradujo: “que hoy encuentres la paz; que
sepas y confíes en que estás, exactamente, en el lugar que debes estar. Que no
puedas olvidar las posibilidades infinitas que surgen a través de la fe en tí
mismo y en los otros. Que puedas utilizar los dones que has recibido, y puedas transmitirle
a los demás los bienes de los que eres portador. Que puedas estar contento con
la persona que eres, tal como te sientes ahora mismo. Permite que este
conocimiento penetre hasta lo más profundo y deja a tu sentimiento la libertad
de cantar, bailar y alabar al amor. Todo ello está ahí, para cada uno de
nosotros mismos”.
Hablamos de lo trascendente y de lo temporal, pero hay algo que
nunca se me olvidará y que él me comentó: los que hemos viajado mucho y amado mucho,
los que hemos… no diré sufrido, pues a través del sufrimiento, casi siempre,
encontramos la libertad, sólo nosotros apreciamos el complejo mundo de la ternura,
y comprendemos el estrecho vínculo que existe entre el amor y la amistad.
Al desembarcar nos dimos la mano y nos deseamos la paz. Lo vi
alejarse con su gran macuto a la espalda, del que sobresalía aquel lienzo
enrollado, del que nunca se iba a desprender, y pensé para mí: esto pudiera
haber sido el comienzo de una gran amistad.
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