jueves, 9 de enero de 2014

Dios muestra su fuerza en la vulnerabilidad de los hombres




Esta semana también han sucedido varias cosas buenas, y no puede ser por casualidad. La oficina ha estado a tope, literalmente hubo momentos en que no se cabía, puede que haya habido hiperactividad, pero en medio de este “jaleo” han sucedido cosas extraordinarias.

Si  es cierto lo que digo, juzguen ustedes mismos por las que le voy a contar.

Primero nos visita aquel poeta que le regaló a T. hace unos meses una poesía por su cumpleaños. Se había ido a Cádiz porque aquí no le renovaban la estancia en el albergue, y ahora, al cabo de dos meses, vuelve a vernos. Se  aprecia enseguida que no le va mal por su aspecto cuidado y muy personal; nos damos un abrazo y lo primero que me dice es que ha encontrado su sitio, que no para de producir poesías, que ha encontrado su musa en la Caleta y lo ha contratado nada menos que una familia carnavalera de mucho rango. Hasta lo han bautizado en la playa de la caleta y le han puesto nuevo nombre, “Carita de Plata”, que lo define por fuera y por dentro.

Como casi siempre llegó al final, casi fuera de horario, una persona no menos extraordinaria por su sencillez, su inocencia y su enorme vulnerabilidad, tanta, que me atrevería a decir que Dios mismo la trajo a nosotros para que nuestra trabajadora social descubriera el error que la había hecho sentirse perdida, y así evitar tener que dormir en la calle. Teniendo dinero no sabía donde, pero la trabajadora descubrió la entidad bancaria donde  tenía su cuenta por medio de unas llamadas telefónicas. La acompañamos para que se sintiera segura; fuimos también con ella a sacar el billete para regresar a su casa y afortunadamente le costó la mitad, era día de oferta en la Renfe. La alegría que le entró le ayudó a soportar la espera hasta el día siguiente.

Hoy llegó otro hombre mayor, no menos vulnerable que la señora anterior, con  muletas y a punto de desmayarse, por los nervios y el agobio que le producía una sala tan pequeña llena de gente, a él que ha vivido toda la vida en el campo. Este hombre tampoco sabe que ya le están buscando los Servicios Sociales una residencia, y viene a cáritas para que le ayudemos aquí a buscársela. La trabajadora llamó enseguida a sus compañeras de los Servicios Sociales municipales y, efectivamente, lo echaban de menos allí, incluso se había negado a recibir la ayuda que le ofrecían mediante la ley de Dependencia.
Trabajo nos costó convencerlo de que aceptara esa ayuda, que así una asistenta iría a hacerle la comida y a hacerle compañía un rato, y que así ya podría dejar de comer bocadillos y migote de leche todas las noches. Además tendría la oportunidad de contarle sus historias con los caballos, los perros, las ovejas; de cómo era él “el hombre del tiempo” y no se equivocaba nunca mirando al cielo y a la tierra. Este hombre, sabe qué tiempo va a hacer en plena naturaleza, pero no sabe defenderse ahora, perdido en la ciudad, donde vino engañado por su propia hija, que lo trajo con ella por dinero, dice él, y ahora lo ha dejado solo porque ya se ha terminado el capitalito que traía.

Qué contento volvió para casa, después de prometer que la semana que viene recibirá a la trabajadora social municipal en su casa para acordar el horario de la asistenta que irá a cuidarlo diariamente. “Hoy ya he hecho el día. He conocido gente estupenda”, me dijo al despedirse, y repitió su compromiso de aceptar la ayuda y nunca más  salir de casa solo por la noche. Pero, este hombre busca  aire fresco y limpio, la naturaleza, donde se ha criado y vivido siempre con los animales, los entiende a todos mejor que a los hombres; sólo confía y echa de menos a  su nieto, que encima es marino y no para…

“Por la grandeza de las revelaciones y para que no me engría, se me ha dado una espina en la carne: un emisario de Satanás que me abofetea, para que no me engría. Por ello, tres veces le he pedido al Señor que lo apartase de mí y me ha respondido:“Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad”.  2Cor. 12, 7-9           


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