jueves, 9 de enero de 2014

Algo más que una anécdota



Es más que una simple anécdota y es emocionante. Una buena madre, marroquí, que hace unos meses llegó hasta nosotros en situación bastante delicada, hoy vuelve agradecida a vernos y a comentarnos sus problemas por si le podemos echar una mano. Es una madre abandonada por el marido, español y cristiano, o mejor, expulsada de la casa, y suplantada por una amante, después de veinte años de convivencia y haber tenido un hijo con su marido. Pero, es que el hijo es uno de esos niños que nace con una enfermedad rara, que requiere toda la atención y mucho cariño, y al padre eso no le agradaba, empezando a mostrar su distanciamiento hasta expulsarlos de la casa al cabo de veinte años.

Con estos antecedentes se puede entender la emoción que me produjo escucharle la siguiente confesión, que un día, en misa, ella no se contuvo y se acercó a comulgar. Ante nuestra sorpresa ella se queda un poco extrañada, pero yo le pregunto inmediatamente qué le impulsó a tomar esa decisión. Entonces ella me dijo que se encontraba muy deprimida y que entró en la Iglesia al ver a la gente entrar a rezar, entró pensando encontrar alivio a su dolor; luego, al ver que la gente se acercaba a comulgar, se acercó ella también para  comprobar  a qué sabría la Hostia, y no sólo eso, quería comprobar qué se sentía.

Todavía insistía yo con mi admiración por su decisión, a mí me parecía un caso similar a la madre del evangelio que se acerca a Jesús para que cure a su hija, o al centurión, y ella continuó regalándome más razones por las que había ido a comulgar. En el colegio donde estudiaba el chico, no recuerdo bien por qué motivo a ella le había impresionado profundamente la imagen de la virgen dolorosa al pie de la cruz, cuánto debió sufrir esa mujer viendo a su Hijo sufrir de aquella manera, me decía. Esta imagen le había ayudado a entender y a sobrellevar su dolor. Impresionante, sencillamente impresionante, cómo Dios habla de mil maneras en todo tiempo y a todas las personas. Esta mujer fue a comulgar y seguramente no habrá sido en vano, porque Dios actúa sin ser notado muchas veces. Yo me alegro enormemente de haber estado hoy aquí para escuchar esta confesión, y me alegro de que N. se acercara a comulgar, lo hizo respetuosamente y Dios se lo permitió, y sólo el puede juzgar.

Recuerdo también otro detalle de la conversación cuando nos recordaba lo mal que lo había pasado al llegar aquí, se quejaba de que  no había encontrado ayuda ninguna entre las personas de su nacionalidad, entre personas que ya estaban asentadas aquí y le podían haber echado una mano cuando llegó tan agobiada, enferma y con un hijo necesitado de ayuda permanente. En cambio había recibido más ayuda de otras personas, poniendo de ejemplo a las trabajadoras sociales, y también nos manifiesta a nosotros su agradecimiento por nuestra acogida. 

Siguió un pequeño debate entre los presentes a cerca de las razones que pudieran tener aquellas personas que le negaron la ayuda. Quizá se deba a que aquí los extranjeros están más inseguros y temen quedarse ellos sin recursos de un momento a otro. O sea quizá una cuestión de cultura y mentalidad, en cambio en nuestra cultura la ayuda a los desfavorecidos de la fortuna es tan antigua como el cristianismo, la asistencia a las viudas y a los pobres forma parte de la vida cotidiana de la iglesia desde los primeros cristianos, en la edad Media y posteriormente surgieron los hospitales, y modernamente Cáritas.

Y como todos sabemos, la esencia de cáritas es el amor de Dios por todos sus hijos, especialmente los más necesitados; cáritas es, también, la favorita de la sociedad entre las instituciones de la Iglesia , todo el mundo la conoce. No se la aprecia por los voluntarios, que no siempre lo hacemos como es debido, sino porque la idea de Cáritas en sí misma es una maravilla, la maravilla de Dios que nos crea, nos cuida y nos espera de vuelta a casa cargados de buenas acciones, habiendo aprovechado bien los talentos que nos dio al nacer para negociar con la vida; por eso a unos les da una cantidad, a otros otra, según tengamos que desenvolvernos en una vida más o menos complicada o azarosa, en todo caso él no nos va a fallar.


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