sábado, 26 de mayo de 2018

¿Los médicos matan?





José Luís Nunes Martins



¿Quién puede obligar a alguien a hacer algo que va contra sus convicciones personales más intimas? ¿Quién será el responsable del resultado de esos actos, quien los prescribe o quién los ejecuta?

Muchos niños tienen miedo de ir al hospital, temen, sin razón, que algo malo les va a suceder. Es cierto que hoy se puede morir en los hospitales por causa de infecciones contraídas allí, pero otra cosa muy diferente es la posibilidad de salir de allí muertos porque alguien juzgó que era mejor para nosotros. También es verdad que, desde el punto de vista infantil, el hospital es donde se muere. ¡Por lo que la lucha por la vida pasa por la resistencia a no dejarse arrastrar adentro de ese tipo de edificios!

Los médicos no matan. Nunca. Pueden y deben respetar la naturaleza, no debiendo ser obstinados en mantener la vida, aunque sea bajo pretexto de poder estar realizando ensayos de los que otros puedan aprovecharse.


¿Si un paciente pide a su médico que ponga fin a su vida, qué puede hacer el clínico, si su entidad y la ley de su país lo obligan a hacer lo que no quiere y sabe que no debe?

A la medicina le corresponde encontrar formas para sanar todo tipo de heridas con el fin de devolver a cada persona su salud y bien estar. Vida saludable. Vida. Si las heridas fueran imposibles de curar, pues entonces debe trabajar para que aquel que las padece sienta el  menor mal posible.

¿Quién quita la vida a otro le sana las heridas? Hay quien cree que hay heridas tan grandes que lo mejor es cortar el mal de raíz. Entonces acabamos de descubrir la cura de todas las dolencias fatales. ¡La muerte vence sobre todas y cada una!

¿Qué hacer con alguien que sufre en una cama de hospital hasta el punto de pedir para sí mismo la muerte? ¿Cumplir su voluntad o hacer lo posible para que ella pierda el sentido? ¿Matar o dar más vida a esa vida?

Alguien nos dio la luz de la vida, para que, algunos meses después, otro alguien nos diese a luz. ¿Quién por más que sepa, podrá sentirse con el derecho a disponer de ese don hasta considerarlo una maldición?

Los médicos defienden la vida. Intentan saber todo sobre los males y cómo vencerlos. Admitir que puede haber un momento en que lo mejor es quitar la vida es perder el sentido último de la propia medicina.

¿Puede el tratamiento de un paciente consumir al erario público decenas de miles de euros por día? ¿Deberían existir límites? O, para bien del estado, deben establecerse valores que no deben ser sobrepasados?
¿Es que alguien solo es valioso en cuanto es útil, en el sentido común de utilidad? ¿Es que un paciente terminal no puede ser un ejemplo de paciencia y coraje frente al sufrimiento que (casi) obliga a los demás a centrar su vida en lo más importante de todo?



sábado, 19 de mayo de 2018

El pecado es una corrupción




José Luís Nunes Martins



Las tentaciones de lo fácil, inmediato y aparente, son poderosas y atrayentes. Es difícil poner los ojos en el bien a largo plazo, sin dejarnos seducir por todo lo que nos desvía de nuestro camino.

Hoy, más que nunca, hay poca capacidad para esperar y para construir algo firme y robusto. Se prefiere lo que no da trabajo, lo instantáneo y lo que tiene apariencia de agradable.

Existe corrupción siempre que algo contradice la propia naturaleza. La vida es creación, no es ruina, pérdida ni destrucción.

Viciar es volver malo lo que era virtuoso. Devaluar lo que era precioso. El vicio es una osadía en el mal.

La diferencia entre la perseverancia y la osadía radica en la consciencia que debemos tener en conjunto con nuestra voluntad. Osado es el que persiste en el mal de forma ciega, cerrando sus ojos a cualquier tipo de comprensión sobre los medios o el fin de su insistencia.

Hay, a veces, una inclinación, justo al lado de nuestro camino, de causar daño a los otros y al mundo, suponiendo que de ahí nos vendrá algún bien que, con destreza, disimulo y finura nos librará de toda culpa y castigo. Esta maldad ataca siempre desde lo más íntimo, hay siempre algo de secreto y profundo en el deseo de hacer el mal.

Alguien que corrompa a otra persona provoca dos males, el que atañe a su propia alma y aquel que hace al otro, con miras a apresar su corazón. En caso de que el otro ceda, se concreta un tercer mal para quien corrompe: la autoría de la desgracia del otro. Pero cada hombre responde de sí mismo, por lo que nadie puede  librarse de la responsabilidad de sus elecciones, alegando haber sido seducido por otra persona.

Es importante que sepamos guiar nuestra vida por nuestros valores y sueños, contando con nuestras fuerzas y dones. Aceptando con humildad nuestras limitaciones y aprendiendo a superarlas. Para no caer en tentación tenemos que equilibrarnos entre todos los extremos, siguiendo nuestro camino rumbo al cielo.


Los pecados corrompen al hombre y su misión. La libertad es una forma de asumir el deber como un poder. Ser libre es exigirse a sí mismo la obligación de hacer todo el bien que pueda. 




sábado, 12 de mayo de 2018

Un crucifijo no es decoración




José Luís Nunes Martins



Hace poco tiempo, en Alemania, el primer ministro de Baviera resolvió colocar crucifijos en todos los edificios públicos de la región. Los obispos alemanes se mostraron contrarios a la medida, ya que se trataba de aprovechamiento político, una instrumentalización que, más importante aún, se volvió motivo de división, poniendo a unas personas contra otras.

El pasado diez de mayo, en Nueva York, abrió al público una exposición en el MET (Metropolitan Museum of Art) cuyo título es “Cuerpos celestiales: Moda e imaginación Católica”, que pretende conjugar la moda con la fe católica. La idea inicial contó con el apoyo del Vaticano, que cedió más de 40 piezas. En cambio, en la gala de inauguración, las indumentarias de los invitados hicieron percibir a todos que la fe católica, en aquel contexto específico, es solo un tema sobre el cual cada uno puede hacer lo que quisiera, en nombre de la creatividad de la moda.

La falta de respeto fue más que evidente. Centenares de invitados desfilaron con trajes donde la fe católica era a penas y solo el punto de partida para una imaginación sin límites ni escrúpulos. ¿Es que la falta respeto no es, por sí sola, prueba evidente de falta de imaginación?

Tal vez la Iglesia católica haya sido escogida por ser más tolerante en este tipo de abusos. Confieso estar en desacuerdo con el Vaticano, al menos por lo que he podido saber. Al final, la visibilidad pública, por mayor que sea, no conseguirá ser suficiente para justificar las ofensas hechas a la fe católica.

Tener buena intención no basta. Es necesario prever lo que va a suceder y decidir en función de eso. Sin ingenuidades.

¿Cuál sería la reacción de los invitados si hubiese sido elegida otra Iglesia o religión?¿Por qué razón la Iglesia Católica aceptó ser instrumentalizada?

Un crucifijo e más que un simple signo. Es símbolo de amor. No debe ser utilizado como medio para cualquier otro fin. Cualquiera que sea.

Cuando un católico lleva un crucifijo al cuello, debe utilizarlo como símbolo de su fe, jamás como un adorno estético. No sirve para hacer propaganda del mismo, sino para alabar el sacrificio de Aquel de dio su vida por nosotros.

Exhibir cualquier objeto religioso fuera de su contexto es potenciar el error de juzgarlo por sí mismo.


Cada uno es libre de elegir lo que viste. Pero es una hipocresía considerar que no debe respetar a otros, ni siquiera concederles el derecho a expresar su repugnancia por sus elecciones.


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sábado, 5 de mayo de 2018

Nadie se salva solo




José Luís Nunes Martins



Nuestro tiempo está marcado por  un egoísmo fundamentalista. Casi nadie vive sin compararse con otros y sin competir más que los demás.

Nuestra felicidad depende de lo que seamos capaces de hacer por los demás. Tengo que salir de mí e ir al encuentro del otro, así como tengo que abrirme a quien venga a mi encuentro.

La red compleja de relaciones humanas en que cada uno de nosotros está envuelto es el contexto donde somos llamados a vivir y actuar. La dinámica de la relación plena no es individual, sino comunitaria, diría que incluso es: familiar.

Las faltas de mi prójimo son en parte de mi responsabilidad, así como las virtudes. Debo estar atento para ayudar, en uno y en otro caso.

Algunos de los que se quedan atrás en esta carrera de locos se vuelven invisibles a los ojos de la sociedad. Nadie quiere saber de su existencia, tampoco de su desgracia. Mientras que, quien quiera alcanzar la felicidad auténtica no puede ignorar a los más pequeños, ni vivir como si los problemas de ellos fuesen menos importantes que los suyos.

El camino de cada hombre es único. Soñado, construido y recorrido por él mismo. El destino, el rumbo y las opciones de cada día son decisiones personales. Hacia donde se va y por donde se va, cómo se enfrenta cada adversidad, todo esto son elecciones individuales e íntimas.

Los egoístas piensan solo en sí, en la supervivencia de su vida egoísta. Se hunden poco a poco y se creen que tal vez se debe al hecho de estar aún poco empeñados en su narcisismo, toda vez que no cuestionan nunca el rumbo que han dado a su existencia.

Otros, en su condición de héroes que buscan la felicidad, viven y luchan por el bienestar ajeno como si fuese el suyo, sin que se note ni querer reconocimiento.

Es increíble cómo conseguimos olvidar personas a las cuales debemos buena parte de los triunfos en nuestra vida personal, solo porque, en su generosidad, solo quisieron hacer lo que hicieron por nosotros, no que nos acordáramos de ello.

Así también, cada uno de nosotros es llamado a tener una vida perfecta y a ser feliz, siendo héroe en la vida de los otros.

Una vida perfecta está llena de imperfecciones. Las personas felices no hacen siempre todo acertadamente.


Solo una vida auténtica, orientada hacia los otros, puede ser plena… de verdad, sentido y amor.

martes, 1 de mayo de 2018

JESÚS DE NAZARET, EL MAESTRO (II)




Pablo Garrido Sánchez



JESÚS es mi  Maestro





En ningún momento el tratamiento que JESÚS ofrece a su labor misionera se diluye en colectividades anónimas. JESÚS no es un promotor de uniformidades sin rostro o con rostro único. La pretensión universal de la tarea salvadora es la de hacer llegar a cada persona en particular el Amor paternal de DIOS. El perfil personal de cada uno es esencial al cristianismo. JESÚS de Nazaret interpela a cada persona en particular. Cuando alguien oye las palabras del Evangelio y se las aplica al vecino, las está manipulando, porque JESÚS busca conversar particularmente, sin alterar el ámbito de lo privado y personal. Esto es algo que hoy es preciso actualizar, porque los niveles de privacidad van cediendo para caer estúpidamente en las garras de los manipuladores. Es preciso mantener ese espacio de privacidad, en el que pueda crecer una relación personal. No todo es público, aunque hay muchas cosas para compartir, pero tienen que surgir de una madura elaboración.




Estas consideraciones son pertinentes, porque cada cristiano debe tener un sentimiento hacia JESÚS de Nazaret como su Maestro; no sólo como el Maestro, sino como Aquel que misteriosamente conoce lo íntimo y personal para darle valor o restaurarlo; para ofrecer nuevas enseñanzas o proseguir en los ritmos de crecimiento personal. Es posible que tenga que empezar a considerar que JESÚS de Nazaret es “mi Maestro”; y las palabras de la Escritura, especialmente de los evangelios, tienen que comenzar a vibrar en mi corazón con su voz: “Mis ovejas escucharán mi voz” (Cf. Jn 10, 16). Claro está, el Maestro tiene que enseñarnos multitud de aspectos vitales para nuestro desarrollo personal, y como tal Maestro sabe transmitir desde su   corazón lo que necesita el nuestro: “¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Cf. Lc 24, 32).



En el  camino





Cada uno describe su propia trayectoria y encuentra oportunidades y personas que marcan fechas e incluso épocas. En mi caso, andaba por la tercera década de mi vida, hacia los veinticinco años, cuando me crucé con un sacerdote sudamericano, que en el trato con él, me transmitió, como a otras personas, la dimensión hasta entonces inédita de JESÚS  como Maestro. En este caso actuó la ejemplaridad y la receptividad por mi parte que aspiraba a encontrar claves, y en cierta medida soluciones. La verdad es que después de muchos años sigo buscando claves y soluciones con menos pretensiones, pues la experiencia dice que el camino es largo, si cabe, y se ha de hacer con pocas cosas en la mochila. Pero aún pervive, y cada día con más razón la búsqueda de JESÚS el Maestro. Después de aquellos años, alrededor de los sesenta o setenta, en los que se iba al Tibet a buscar un gurú para seguir un sendero espiritual, los conocimientos ocultos de la iniciación esotérica se han vulgarizado y en cualquier esquina se ofrecen clases de yoga, meditación o reiki. La sabiduría que ofrece JESÚS de Nazaret, el Maestro, va destinado a los pobres que se fían de ÉL  y de su Palabra: “Los pobres son evangelizados” (Cf. Mt 11, 5).




“Rabí”, “rabboní” o “maestro”, son términos idénticos que encontramos más de cincuenta veces en los cuatro evangelios, con lo que nos está indicando la importancia de la dimensión magisterial ejercida por JESÚS. ÉL ofrece su palabra y su estilo de vida para que sirvan de referencia y modelo a todos los hombres. Mi amigo, el sacerdote sudamericano, sobresalía en un especial aprecio por la Palabra. Para él la Biblia revestía la fuente de todo conocimiento y de aplicación práctica. Estaba dotado de un carisma especial para transmitir esa misma estima por la Palabra y dejarla como pauta en el aprecio de los que lo conocimos. Hace pocos días charlaba con un hermano evangélico, con la noble profesión de albañil, que lee la Escritura con dos libros más para profundizar en el sentido exacto de los términos que está leyendo. En este amigo evangélico se da un modo de acercarse a JESÚS como Maestro. Para entender hay que buscar significados, y para encontrarlos es necesario pedir al Maestro, a través de los medios oportunos, que nos los revele. El acercamiento y conocimiento de la Palabra es una puerta privilegiada para entrar en el misterio mismo del Corazón de JESÚS: “Por mi palabra estáis ya limpios” (Jn 15, 3); sabiendo que “los limpios de corazón verán a DIOS” (Cf. Mt 5, 8).



La sed de la Palabra





Cuando llega a nosotros, porque la hemos buscado con necesidad y simplicidad, la Palabra se aloja en dos instancias: la memoria y el corazón. Si la Palabra no es recordada se pierde (Cf. Mt 13,18-19). Al mismo tiempo, la Palabra tiene que ser acogida en el corazón que es el centro vital de la persona a ejemplo de la Virgen MARÍA  (Cf. Lc 2, 19).



Existe una verdadera cruzada de desprestigio contra la memoria de las personas para sustituirla por la memoria artificial. Esta agresión al individuo no es inocente en modo alguno, y una de las vertientes más afectadas es la Fe.
 
La razón y la Fe no se pueden disociar salvo que deshumanicemos a la persona. Una Fe sin el consiguiente análisis racional puede acabar con mucha facilidad en mera superstición. Lo mismo que una inteligencia sin Fe puede derivar en un puro gnosticismo o soberbia intelectual. Cuando la Palabra proviene del Evangelio trae las señas de identidad del propio JESÚS que da razón de las mismas; y la razón que las indaga descubre en ellas las huellas del SEÑOR. En el habitáculo interior, donde hay silencio (Cf. Mt 6, 6), surge el conocimiento, aparece la revelación de la Palabra que habla al corazón.