Pablo Garrido Sánchez
JESÚS es mi Maestro
En ningún momento el tratamiento que JESÚS ofrece a su
labor misionera se diluye en colectividades anónimas. JESÚS no es un promotor
de uniformidades sin rostro o con rostro único. La pretensión universal de la
tarea salvadora es la de hacer llegar a cada persona en particular el Amor
paternal de DIOS. El perfil personal de cada uno es esencial al cristianismo.
JESÚS de Nazaret interpela a cada persona en particular. Cuando alguien oye las
palabras del Evangelio y se las aplica al vecino, las está manipulando, porque
JESÚS busca conversar particularmente, sin alterar el ámbito de lo privado y
personal. Esto es algo que hoy es preciso actualizar, porque los niveles de
privacidad van cediendo para caer estúpidamente en las garras de los
manipuladores. Es preciso mantener ese espacio de privacidad, en el que pueda
crecer una relación personal. No todo es público, aunque hay muchas cosas para
compartir, pero tienen que surgir de una madura elaboración.
Estas consideraciones son pertinentes, porque cada
cristiano debe tener un sentimiento hacia JESÚS de Nazaret como su Maestro; no
sólo como el Maestro, sino como Aquel que misteriosamente conoce lo íntimo y
personal para darle valor o restaurarlo; para ofrecer nuevas enseñanzas o
proseguir en los ritmos de crecimiento personal. Es posible que tenga que
empezar a considerar que JESÚS de Nazaret es “mi Maestro”; y las
palabras de la Escritura, especialmente de los evangelios, tienen que comenzar
a vibrar en mi corazón con su voz: “Mis ovejas escucharán mi voz” (Cf.
Jn 10, 16). Claro está, el Maestro tiene que enseñarnos multitud de aspectos
vitales para nuestro desarrollo personal, y como tal Maestro sabe transmitir
desde su corazón lo que necesita el
nuestro: “¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino y nos
explicaba las Escrituras?” (Cf. Lc 24, 32).
En el camino
Cada uno describe su propia trayectoria y encuentra
oportunidades y personas que marcan fechas e incluso épocas. En mi caso, andaba
por la tercera década de mi vida, hacia los veinticinco años, cuando me crucé
con un sacerdote sudamericano, que en el trato con él, me transmitió, como a
otras personas, la dimensión hasta entonces inédita de JESÚS como Maestro. En este caso actuó la
ejemplaridad y la receptividad por mi parte que aspiraba a encontrar claves, y
en cierta medida soluciones. La verdad es que después de muchos años sigo
buscando claves y soluciones con menos pretensiones, pues la experiencia dice
que el camino es largo, si cabe, y se ha de hacer con pocas cosas en la
mochila. Pero aún pervive, y cada día con más razón la búsqueda de JESÚS el
Maestro. Después de aquellos años, alrededor de los sesenta o setenta, en los
que se iba al Tibet a buscar un gurú para seguir un sendero espiritual, los
conocimientos ocultos de la iniciación esotérica se han vulgarizado y en
cualquier esquina se ofrecen clases de yoga, meditación o reiki. La sabiduría
que ofrece JESÚS de Nazaret, el Maestro, va destinado a los pobres que se fían
de ÉL y de su Palabra: “Los pobres son
evangelizados” (Cf. Mt 11, 5).
“Rabí”, “rabboní” o “maestro”, son términos idénticos que
encontramos más de cincuenta veces en los cuatro evangelios, con lo que nos
está indicando la importancia de la dimensión magisterial ejercida por JESÚS.
ÉL ofrece su palabra y su estilo de vida para que sirvan de referencia y modelo
a todos los hombres. Mi amigo, el sacerdote sudamericano, sobresalía en un
especial aprecio por la Palabra. Para él la Biblia revestía la fuente de todo
conocimiento y de aplicación práctica. Estaba dotado de un carisma especial
para transmitir esa misma estima por la Palabra y dejarla como pauta en el
aprecio de los que lo conocimos. Hace pocos días charlaba con un hermano
evangélico, con la noble profesión de albañil, que lee la Escritura con dos
libros más para profundizar en el sentido exacto de los términos que está
leyendo. En este amigo evangélico se da un modo de acercarse a JESÚS como
Maestro. Para entender hay que buscar significados, y para encontrarlos es
necesario pedir al Maestro, a través de los medios oportunos, que nos los
revele. El acercamiento y conocimiento de la Palabra es una puerta privilegiada
para entrar en el misterio mismo del Corazón de JESÚS: “Por mi palabra
estáis ya limpios” (Jn 15, 3); sabiendo que “los limpios de corazón
verán a DIOS” (Cf. Mt 5, 8).
La sed de la Palabra
Cuando llega a nosotros, porque la hemos buscado con
necesidad y simplicidad, la Palabra se aloja en dos instancias: la memoria y el
corazón. Si la Palabra no es recordada se pierde (Cf. Mt 13,18-19). Al mismo
tiempo, la Palabra tiene que ser acogida en el corazón que es el centro vital
de la persona a ejemplo de la Virgen MARÍA
(Cf. Lc 2, 19).
Existe una verdadera cruzada de desprestigio contra la
memoria de las personas para sustituirla por la memoria artificial. Esta
agresión al individuo no es inocente en modo alguno, y una de las vertientes
más afectadas es la Fe.
Si mucho me gustó la primera parte, la segunda supera a la primera mi agradecimiento. Gracias por confesarnos tu encuentro con un maestro que ha aprendido magistralmente del Maestro por excelencia. Qué cierto es, aunque humano, cómo a veces pretendemos encontrar fuera, en otras religiones o determinadas espiritualidades, lo que no somos capaces de encontrar en nuestra Biblia, en los Evangelios especialmente, tan cercano, tan directo y completo, donde podemos encontrar una orientación en cada circunstancia. Gracias Pablo, por tus palabras.
ResponderEliminarMe cala hondo
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