(Hoy quiero despedir a una persona que no era un sin techo,
propiamente, pero era una persona víctima de los males encadenados que afectan
a muchos en esta sociedad, uno de tantos que buscan la felicidad personal por
el atajo de la droga y por esa decisión equivocada pierden los lazos familiares
y sociales y les asalta la soledad y la infelicidad).
Antonio era, por supuesto, un acogido más, pero diferente, padecía
el solo muchos de los males que afectan a nuestra sociedad, pero uno era al parecer
irreversible y acabó con él este verano, sin que nos enteráramos. Es cierto que
lo echamos de menos y estábamos pensando en ir a verlo, pero no nos dio tiempo
a despedirlo, y lo sentimos.
Antonio era una persona elegante y moderna, protestaba mucho,
aunque cada vez se iba debilitando y sus protestas a penas lo eran, solo quería
tranquilidad, y se conformaba más con lo que le dábamos. La última vez que vino
nos pedía cosas blandas de comer, calditos y cosas así, porque no tenía ya
dientes; no es que fuera una persona mayor, él era joven, pero las drogas
endurecieron tanto su vida que la redujeron a la mitad.
A pesar de todo Antonio era una persona alegre y le gustaba
nuestra conversación, eso nos decía, yo creo que a veces iba más por contarnos
sus problemas y desahogarse un rato que por los escasos víveres que le dábamos.
Espero que su humor le sirva de salvoconducto para entrar en una
vida más placentera, que pueda disfrutar de todo aquello que no pudo disfrutar
aquí porque eligió equivocadamente el atajo de las drogas. Mucho ha pagado aquí
los últimos años, y muestras de arrepentimiento nos dio. Descansa en paz,
Antonio.
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