jueves, 9 de julio de 2015

Una vida siempre tiene sentido



Me gusta charlar un rato con Kamo, refugiado político armenio en nuestro país desde los años noventa. Toda la familia está repartida, donde había sitio para ellos, un hijo está en Rusia, otro en un país europeo, al que al menos puede visitar de vez en cuando.

He pasado por todas las circunstancias adversas, familiares, económicas, calamidades naturales, terremotos, y la emigración… Y de pronto su cara se ilumina, sonríe, sin esfuerzo, y comienza a reflexionar en voz alta y clara: “tú estás en un grupo de gente normal y todos ríen, charlan de sus cosas, hacen bromas… mientras tú estás sufriendo, no tienes ganas de reír… Nosotros estamos pensando en nuestro sufrimiento, vivimos  sufriendo, y sólo pensamos llegar más allá…”

Tiene un sentido tan profundo de la vida, impregnada toda ella de Dios, que sólo así se entiende que pueda soportar vivir lejos de su patria, de su familia, de su actividad de comerciante. Hoy me ha vuelto a recordar la colonia de armenios que se asentó en Cádiz en el 1600, y que al ser obligados a convertirse muchos tuvieron que emigrar. Otra época, gracias a Dios hemos cambiado, ahora acogemos también a armenios, aunque nos falte trabajo y las perspectivas de conseguirlo no sean muy esperanzadoras.

Habíamos empezado la conversación en la calle, y comentábamos la situación actual. Hace veinte años, cuando yo llegué la gente vivía alegre, feliz, todo el mundo disfrutaba de la vida, y compartía lo que tenía;  ahora la gente no ríe, cada uno vive para sí, no comparte, desconfía…


Es triste terminar así, pero también Kamo nos ha dicho una gran verdad, la vida es sufrimiento, no hay que olvidarlo ni en los mejores momentos, quizá eso nos evitaría tener que pasar por otros aún peores. También dice que vamos adelante, y que debemos ganarnos un más allá, que sin duda será mejor.

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