jueves, 30 de julio de 2015

Exclusión y Desarraigo


A mí no me bautizaron, y no me dejan pertenecer a la Iglesia. Estas fueron las primeras palabras, que nos dirigió con total naturalidad, nada más entrar en la oficina, y sentarse en la silla al lado del despacho del trabajador, al hilo de nuestra conversación.

Habíamos comenzado esta conversación porque mi amigo quiso que yo leyera la noticia del día en el Diario de Cádiz, que venía a decir que el obispado le negaba a un transexual la posibilidad de ser padrino de una criatura. Ni qué decir que todas las críticas iban dirigidas al Señor Obispo, y  por extensión, a la Iglesia, por su incomprensión a lo largo de su existencia con algunos seres humanos que por algún motivo sufren alguna ‘anomalía’, algo que se pueda considerar, sin esfuerzo y sin recurrir a eufemismos, natural.

Yo me negué a leer la noticia, no me apetece dar tanto protagonismo a quien de manera interesada fuerza una noticia de escándalo, o se presta a que otros lo utilicen para tacar a la Iglesia, a la que quieren obligar a aceptar cambios trascendentales en su ser  y en su estructura, en nombre de la modernidad o de una falsa tolerancia. Ya en casa, leí en otras fuentes la noticia, donde se explicaba cómo había habido un acuerdo entre el párroco y el susodicho padrino, a quien le había convencido de que siempre podría ejercer un padrinazgo espiritual o algo así…

Pero bueno, nosotros seguimos más interesados en lo que el hombre que acababa de llegar quería decirnos, sin duda alguna. Es un hombre de  buena presencia, nadie diría que lleva viviendo en la calle cincuenta años, desde que adquirió la mayoría de edad, y el uso de la razón le llevó a tomar esa decisión, hasta hoy, que alcanza la jubilación, y tiene alguna duda si debe asentarse de una vez.

Su queja, que expresa más con cierta pena  que con ira o rencor, le brota como expresión de un deseo incumplido, o de una decisión postergada… ¿por miedo al rechazo, a no ser admitido de nuevo, a pesar de los cambios que se han producido en la sociedad? ¿porque no ha podido superar el desarraigo que le fue impuesto desde el momento de nacer?

Nació en los cincuenta, de madre soltera. Por eso no fue bautizado. Su madre fue expulsada de la familia, y él fue ‘recogido’ por los abuelos, hasta que mueren, cuando él era un niño todavía. Comienza así a vivir a temporadas  en casa de los tíos, hasta que adquiere la mayoría de edad, y  el sentido común, que  tiene desarrollado desde muy temprana edad, le aconseja dejar de ser una carga para los familiares e irse al mundo por su cuenta.


Pero él es una persona a la que la calle no le ha robado la dignidad. Sigue empeñado en la búsqueda de algo, sigue esperando ser ‘bautizado’ para pertenecer a la sociedad, con todo el derecho, sigue buscando de alguna manera a su madre, que le fue arrebatada por una actitud inmisericorde, errónea y totalmente injusta, y la sigue buscando con su actitud esforzada y generosa ante la vida. 

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