martes, 7 de julio de 2015

Nadie mejor que un pobre ayuda a otro pobre…



Hoy, nada más abrir la oficina estaban allí, aquel pobre hombre, rumano, que ayer mismo lo habían visto en calle, tirado, sucio, abandonado a su suerte, y su ‘ángel de la guarda’, un señor muy simpático, siempre alegre, que pide sentado en la esquina de una de las calles principales del pueblo, pero que no puede ver que nadie ande por la calle, tan abandonado como nuestro amigo, sin ofrecerle la ayuda que esté en su mano, o de buscársela donde se la puedan proporcionar.

Los pobres son los que mejor ayudan a los pobres, a su nivel, siempre a tiempo, sin complejos ni dudas. Nuestro simpático amigo, que pide en una esquina para satisfacer sus escasas necesidades, después de desayunar aquí con el rumano, abandonado de los suyos, lo acompañará al Pan Nuestro, para que le den ropa limpia y se pueda duchar. Esperemos que allí lo acojan de la misma manera y consiga limpiarse y relajarse un poco.

Yo  le pregunté a L., el rumano si tenía familia o algún amigo de su país, y la respuesta fue
tajante y clara: ‘¡No! Estoy separado, si me ven sólo quieren dinero, haciendo un gesto con los dedos engarzados. No tengo ningún amigo’. Hoy iba más animado, porque el amigo J. P. R. iba con él, y también había encontrado mejor acogida entre los que allí estábamos… pero, todavía alguien me susurró: ‘huele…’ No te preocupes, le digo, el ventilador saca pronto el mal olor…

Hoy Luciano nos ha dado a todos un poco de luz, su aparición es la prueba de que a pesar de las circunstancias, los hombres tienen corazón, y son capaces de ayudarse y de conmoverse ante la desgracia aún mayor de los otros.

Había hoy otro chico, que estaba en la calle porque no se entiende con sus padres, no quieren, según él, saber nada de su vida, son mayores y no entienden la vida de ahora. Catorce años lleva recorriendo albergues y tratando de comprender su problema, me dio esa impresión.

También estuvo aquí un pintor extraordinario, ha venido con permiso terapéutico para pasar unos días en el albergue. Vi su obra y quedé asombrado. Le pedí permiso para hacerle unas fotos a sus dibujos, y sacarlas en nuestro blog, y aceptó encantado. También me pidió unos folios para poder seguir dibujando. Se los dí, junto con unos plásticos para guardar los dibujos y no se deterioraran. Se quedó sorprendido y me dice convencido. 'si lo sé, le pido un blog de dibujo… Vean ustedes si se lo merece… y además un buen blog.







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