miércoles, 29 de julio de 2015

La gran estafa

Al nacer eres libre, crees que todo es posible, sueñas con ser mayor como los adultos. Luego creces y
Daniel Medina Sierra
los adultos te explican que tienes que estudiar para ser un hombre de provecho, debes aprender y obedecer ciertas leyes morales, conductas y modales y vas alimentándote a base de fallos y ensayos a través del mundo adulto, con la finalidad de integrarte y pertenecer a la sociedad.
             
Ya en el mundo adulto te empiezas a dar cuenta de la gran estafa. Has cumplido todas las directrices que desde la más tierna infancia te iban marcando. Esos mismos maestros que te enseñaban ignoraban todo concepto de moralidad, respeto o educación. Por si eso fuera poco descubres que las leyes son distintas para personas adineradas y con recursos y poder, que para un ciudadano de a pie.

La sociedad de la que estabas tan orgulloso de pertenecer tampoco corresponde con lo que debería ser, egoísmo, envidia, indiferencia y una inmensa ignorancia de si mismos y de los demás. 
Este descubrimiento lo conseguí siendo excluido social, hasta entonces creía que lo sabía, pero fue cuando perdí mi trabajo, cuando lo vi con meridiana claridad.

Se acabó el amor, la familia, amigos, conocidos y saludados; todo. Pasé de ser un ciudadano más de la cadena de borreguitos domesticados a excluido social en un abrir y cerrar de ojos. La gente cree que estamos en esta situación por que nos lo merecemos, por que algo malo hemos echo, por drogas, alcohol o simple vagancia y no puedes defenderte por que eres menos que un animal doméstico. Ves el asco que sienten cuando te miran, no te hablan, se apartan de tu lado como si tuvieras la peste; esa es la sociedad en la que vivimos.

Como el gobierno, los bancos y las grandes multinacionales se componen de personas, albergan las mismas miserias de aquellos que tanto los critican pero que actúan exactamente como animales carroñeros.
Y siguiendo el juego de las apariencias, de los valores a razón de talón bancario, de moral más que dudosa, de complejos, miedos revestidos de violencia, vamos transitando por la vida con la esperanza de que no nos toque vivirlo a nosotros.


Desde luego si lo vierais tan claro como yo... Para saber lo que ocurre a vuestro alrededor debemos bajar al infierno, y el infierno no es más que la concentración de todas los pensamientos buenos y malos que guardamos en la recámara, donde dormían apacibles hasta encontrar otro sujeto a quien destruir o socorrer.  Así somos y cuando somos conscientes de ello es cuando verdaderamente puedes cambiar el rumbo de tu vida.

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