Al nacer eres libre, crees que todo es posible, sueñas
con ser mayor como los adultos. Luego creces y
los adultos te explican que
tienes que estudiar para ser un hombre de provecho, debes aprender y obedecer
ciertas leyes morales, conductas y modales y vas alimentándote a base de fallos
y ensayos a través del mundo adulto, con la finalidad de integrarte y
pertenecer a la sociedad.
Daniel Medina Sierra |
Ya en el mundo adulto te empiezas a dar cuenta de la gran
estafa. Has cumplido todas las directrices que desde la más tierna infancia te
iban marcando. Esos mismos maestros que te enseñaban ignoraban todo concepto de
moralidad, respeto o educación. Por si eso fuera poco descubres que las leyes
son distintas para personas adineradas y con recursos y poder, que para un
ciudadano de a pie.
La sociedad de la que estabas tan orgulloso de pertenecer
tampoco corresponde con lo que debería ser, egoísmo, envidia, indiferencia y
una inmensa ignorancia de si mismos y de los demás.
Este descubrimiento lo conseguí siendo excluido social,
hasta entonces creía que lo sabía, pero fue cuando perdí mi trabajo, cuando lo
vi con meridiana claridad.
Se acabó el amor, la familia, amigos, conocidos y
saludados; todo. Pasé de ser un ciudadano más de la cadena de borreguitos
domesticados a excluido social en un abrir y cerrar de ojos. La gente cree que
estamos en esta situación por que nos lo merecemos, por que algo malo hemos
echo, por drogas, alcohol o simple vagancia y no puedes defenderte por que eres
menos que un animal doméstico. Ves el asco que sienten cuando te miran, no te
hablan, se apartan de tu lado como si tuvieras la peste; esa es la sociedad en
la que vivimos.
Como el gobierno, los bancos y las grandes
multinacionales se componen de personas, albergan las mismas miserias de
aquellos que tanto los critican pero que actúan exactamente como animales carroñeros.
Y siguiendo el juego de las apariencias, de los valores a
razón de talón bancario, de moral más que dudosa, de complejos, miedos
revestidos de violencia, vamos transitando por la vida con la esperanza de que
no nos toque vivirlo a nosotros.
Desde luego si lo vierais tan claro como yo... Para saber
lo que ocurre a vuestro alrededor debemos bajar al infierno, y el infierno no
es más que la concentración de todas los pensamientos buenos y malos que guardamos
en la recámara, donde dormían apacibles hasta encontrar otro sujeto a quien destruir
o socorrer. Así somos y cuando somos
conscientes de ello es cuando verdaderamente puedes cambiar el rumbo de tu
vida.
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