Es también el mensaje
que debemos transmitir desde una actividad tan eclesial desde los primeros
tiempos. Todos somos hijos del mismo Padre, que nos ha dado la vida y la
conserva, cada día, con su Providencia. Pero
ya sabemos todos cómo actúa la Providencia divina, nos necesita a
nosotros, y por eso cada uno recibe un número de talentos que
debe saber desarrollar e invertir, siempre en la construcción del Reino de
Dios, Reino de paz, de justicia, de amor
y verdad.
No quiere esto decir
que cada parroquia no tenga su propio equipo, para atender a sus acogidos, mediante
el acompañamiento y seguimiento de la evolución de las problemáticas que les
llevaron a pedir la ayuda. Para informar de sus proyectos y necesidades concretas
a la parroquia entera, haciendo posible así una mayor integración de todos los
miembros de la parroquia en sus diferentes programas. O denunciando los abusos,
las injusticias que puedan producirse en su entorno.
Pero esa labor tan
“pesada”, como es la entrega de alimentos, que generalmente supera el número y
la edad de los voluntarios de muchos equipos, además de la capacidad de los
locales destinados a tal fin, creo que
debería llevarse a cabo en un local que reuniera las mejores condiciones. Si a
esto le sumamos la burocracia impuesta por los abastecedores de víveres, sea la
UE o el Banco de Alimentos, entonces no me cabe duda que esta misión cobra otro
sentido, y requiere una organización más práctica y eficaz...
Es absurdo, y
agotador, multiplicar por once toda esa
gestión. Es mejor que los equipos parroquiales gasten el tiempo en beneficio de
una atención integral y un seguimiento meticuloso
y amable con cada uno de los acogidos, al menos con los que lo requieran con una urgencia mayor.
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