Ha sido una mañana muy
extraña, han sucedido una serie de cosas dispares e imprevistas, incluso imprevisibles. Nada es
lo que se esperaba. Quizá fuera porque en lo más íntimo estaba actuando una
esperanza infundada en algo que me urge desde hace tiempo.
Fuera lo que fuera,
esta sensación no era mía exclusivamente, un amigo mío insistía, al final de la
mañana, tanto por lo ocurrido en la oficina como fuera de ella: ¡qué mañana más
rara!, ¡encuentro a la gente, no sé, violenta, agresiva!...
Por la oficina han
pasado pocas personas hoy, pero en cambio hemos acudido los habituales, unos
voluntarios y otros usuarios que están un tiempo entre nosotros, resolviendo
algún trámite, y cada uno, mas o menos aportaba
un conflicto particular, de cierta envergadura…
Quizá era esto lo que
enrarecía el ambiente, y se barruntada cierta tensión. Para confirmar nuestras
sospechas llegó la persona que temíamos desde hace unos días. Gracias a Dios
venía en actitud conciliadora, y ya nos despedimos hasta el día siguiente.
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