viernes, 12 de junio de 2015

Tengo un millón razones por las que vivir


Por Daniel Medina Sierra

A veces, cuando estas solo y piensas en tu situación, te dan ganas de tirar la toalla. Es completamente lícito, puesto que a estas alturas de la película nadie me podrá reprochar que no luché por volver a tener una vida digna. Luego piensas en los amigos, mi verdadera familia y te vuelves a levantar, muchos chicos en exclusión social, me consta, me observan, buscando cierta esperanza.

Es entonces cuando tienes que sacar fuerzas de flaqueza, y sales a la calle, con una responsabilidad, si yo puedo tú también puedes. Es como un mantra, yo puedo, yo puedo...
           
Superados ya gran parte de los envites de todos aquellos que siembran el miedo, la desesperación y la destrucción sistemática de cualquier resquicio de humanidad, te das por fin cuenta de que el individuo esta por encima de cualquier cosa.
           
Desde luego hay quién cree que una persona vale lo que aparezca en su cuenta corriente, antes pensaba que eso podría ser verdad; no es que no contenga parte de verdad, sino que obviamente el ser humano es mucho más que una gran casa, un buen coche y una buena posición. Toda esa gran potencialidad es precisamente la que pasa desapercibida para ese grupo nada despreciable de personas sin alma.
           
Yo he descubierto ángeles de carne y hueso con sueldos muy austeros, señores de los pies a la cabeza, algunos en albergues y comedores sociales, no tienen un ferrari en la puerta de su casa, ni siquiera tienen unos céntimos en el bolsillo, pero merece la pena luchar por dar a estos grandes luchadores una nueva oportunidad.


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