Hace a penas unas
semanas estaba tan feliz, porque le habían prometido un trabajo, aunque luego
resultó ser un espejismo, que surgió de la conjunción de una buena intención y
de una necesidad.
Es desalentador caminar
por el desierto sin alcanzar nunca el pozo tan ansiado, abrasado por el calor,
agotándose las fuerzas poco a poco, solo la voluntad y la necesidad de calmar
la sed tiran de uno hacia adelante, a ninguna parte... Por eso esta mañana
salía llorando de su entrevista con la trabajadora social, dejándonos a todos
conmovidos y con ganas de preguntarle, o de animarlo.
Nosotros solo podemos
ofrecerle una palabra, tenderle una mano, darle un abrazo, llamarlo amigo, e
incluso llorar con él.
El resto de la
sociedad, los que podrían facilitarle el sustento, esos están conquistando el
poder unos, los políticos, y otros, asustados por la crisis interminable
guardan lo que tienen o les queda, por si a caso.
Esta crisis dura
demasiado, se ha transformado es un monstruo
incontrolable que engulle a las personas, una a una, dos a dos, a veces
familias enteras; un monstruo de siete cabezas: bancos voraces, empleadores
explotadores y malos pagadores... jueces injustos, funcionarios serviles e ineficientes,
profesionales sin vocación, entregados a la violencia en guerras o acciones terroristas…
con su cola barre cualquier vestigio de una cultura clásica, fecunda y humana, manipulándola y suplantándola,
para alumbrar este progreso desbocado, hedonista y blasfemo.
La nueva sociedad no despega,
concentrada su atención en una pantalla, pequeña o grande, contemplando realidades virtuales a todas
horas, o avanza sin control tras la última novedad, siempre olvidando lo
importante: ser uno mismo, y mejorar cada día, sirviéndose de cualquier herramienta para el bien y no para
hacerse daño o alienarse.
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