Por Daniel Medina Sierra
Es una reflexión en voz
alta, un pensamiento recurrente que va y que viene a su voluntad.
Veréis. Soy voluntario
y además usuario de cáritas desde hace un tiempo y debido a mi doble situación
entiendo que la relación entre voluntario y usuario "debe ser" una
relación de cordialidad y colaboración mutua.
Yo no decidí ser
usuario, o lo que es lo mismo, persona en exclusión social, pero sí decidí ser
voluntario, pues entiendo que todos tenemos parte de culpa en cuanto atañe a la
crisis social y económica.
Así se ve más clara la relación entre dinero y
personas o mejor dicho, se es más consciente de cuanto daño hemos hecho al
mirar para otro lado por cobardía, por egoísmos
e individualismos; por miedos, unos justificados y otros no.
Hemos sembrado parte de
esta lacra llamada crisis económica, y hemos recogido una tormenta perfecta
llamada también crisis social, crisis de valores. Si hoy estoy escribiendo
estas palabras es precisamente porque
aunque todos mis valores se llegaron a poner seriamente en peligro, mi propia
autocrítica me fue guiando por un camino distinto en el que hasta entonces
transcurría.
He encontrado nuevos
amigos, me siento mejor conmigo mismo, y además de eso, siento que estoy haciendo
algo bueno por lo demás. No es un camino fácil, desde luego, pero merece la
pena luchar por la vida, por vivir, que no es cuestión baladí.
Con un poco de sentido
común analizas los distintos patrones, por que los hay, de personas acogidas y
son personas trabajadoras, que han luchado toda su vida por dar a sus hijos una
vida mejor. Chicos jóvenes que perdieron
sus trabajos y se ven encuentran ante la imperiosa necesidad de pedir un poco
de auxilio en forma de víveres, algún que otro recibo de luz o agua.
Generalmente se sienten avergonzados por tener que acudir a una parroquia o un
comedor social.
Los entiendo
perfectamente ya que yo pertenezco a la categoría de excluido social, que es la
frase con la que nos definen los políticos, y que como buenos y fieles a sus
mecenas acuñaron los medios de comunicación y por ende la sociedad. Sé de buena
tinta cada uno de los pensamientos que se nos pasa por la mente. El estrés, la
rabia y sobre todo la impotencia. Ya puedes querer luchar con todas tus fuerzas,
que en el momento en que pisas fondo… es una labor casi titánica sólo
mantenerte en pie, y al menos con cierta cordura.
¿Qué hace un pobre
diablo como yo para paliar un poco su sufrimiento? ¡Cuántas veces he visto a
hombres llorando como niños!... Hoy
mismo lo he vuelto a ver y se me cae el alma encima al tener que ser un
invitado no deseado del sufrimiento de uno de mis compañeros de fatigas. Es muy
duro.
Dicen que la vida da
muchas vueltas y desde luego que es cierto, quien me iba a decir que perdería
todo, mi casa, mi trabajo, mis
relaciones personales... Creo que incluso en ese mismo agujero negro se perdió
gran parte de lo que yo mismo fui. Tengo que reconocerlo, aunque me pese, que
hoy soy alguien distinto al que antaño fui y no solo porque los años pasan
volando y vas madurando, sino que esta situación es como un tornado, se lo
lleva todo y deja solo desolación y
sufrimiento tras su paso, y en el peor de los casos arrasa con tu propia vida.
En el transcurso de este infierno no hay
puntos de inflexión ya que todos los acontecimientos pasan con una rapidez que
es imposible reaccionar ni gestionar tus emociones. Quién haya pasado por esto
lo entenderá.
Hay, por consiguiente,
millones de personas pasando un auténtico calvario sin una solución aparente ¿O
sí que lo hay?...
Mientras buscamos
culpables y discutimos sobre como hemos llegado a esta situación, otros viven;
es cuando menos preocupante que teniendo relativamente claro que la pena
impuesta por una parte importante de la sociedad, no nos corresponde a
nosotros, o lo que es lo mismo, no tenemos ninguna responsabilidad, ya que son factores externos a nuestra
voluntad, nos sintamos tremendamente culpables.
No tenéis ni la menor
idea del daño que genera tan solo la
indiferencia, la deshumanización del propio individuo, de los que se esconden
tras una cortina casi transparente, y viven con temor y actúan con escasa
inteligencia emocional. Este siglo creo que se va a caracterizar por la
destrucción de cualquier sentimiento,
especialmente la empatía, la solidaridad, la capacidad de conmoverse...Es más,
no creemos en otro que no seamos nosotros mismos, y que se me entienda bien,
aprendo de mis errores no soy ningún erudito.
Estamos tan inmersos en
nuestros propios problemas que somos incapaces de ver más haya de nuestras
narices, luego llega el día en que nos toca pasar por lo que es, sin duda
alguna, un auténtico infierno, buscamos refugio en nuestro seres queridos y nos
acabamos por topar con la misma indiferencia con la que anteriormente nosotros
actuamos.
Las lecciones están
para aprenderlas no para olvidarlas, o dejarlas escondidas en esa especie de
cajón de sastre donde tenemos todos esos buenos propósitos que nunca cumplimos,
es hora ya de mover ficha, de decir basta, de no conformarnos y resignarnos con
una vida incompleta.
Yo por mi parte estoy
haciendo mi trabajo, tratar desesperadamente de salir del agujero en el que me
metieron bancos, políticos y sociedad en general. Como dije con anterioridad es
un reto arduo, lento, pero nunca, nunca más me sentiré culpable por no tener
trabajo, por responsabilidades de terceras personas, por ser un excluido social
que pertenece a la sociedad, aunque ya me hayan etiquetado.
Y a todos mis
compañeros, tanto voluntarios como usuarios, les intento enseñar esta gran
lección que aprendí gracias al desprecio, el abuso de poder, el acoso y
derribo, de todos esos que abanderan nuestra constitución, que hablan de
tolerancia pero carecen de autoridad moral para ejercerla a favor de los más
desfavorecidos. No tienen ningún poder sobre mí, no les tengo miedo. Me
quitarán mi casa, no tendré luz, viviré como un pobre pero jamás dejaré de
creer en el ser humano.
No tengo un céntimo en el bolsillo pero soy
inmensamente rico en cuanto a cariño y amor de mis queridos voluntarios y
usuarios. Gracias chicos por todo, gracias por hacerme sentir un privilegiado
siendo un excluido social.
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