Diez años lleva en
España, unos pocos trabajando en Madrid, esperando regularizar su situación en
España, pero al terminar sus contratos de forma brusca no lo consigue. Para
evitar problemas con la policía se viene al sur, y entre nosotros lleva
viviendo otros pocos años.
Lleva una vida lo más
discreta posible, hasta donde la vida en la calle y la satisfacción de sus
necesidades elementales se lo permiten, esperando de nuevo ser contratada por
alguien, aunque sea sin cobrar, sólo le interesa arreglar los papeles para
poder buscarse la vida con arreglo a su cualificación, ya que tiene carrera
universitaria. Antes de venir a España fue geóloga y se dedicó a la búsqueda de
agua subterránea allá por zonas geográficas próximas a Afganistán. El
hundimiento de la Unión Soviética y la llegada del capitalismo, dice, supuso la
pérdida de numerosos empleos y el comienzo de una emigración forzosa.
Además es una persona
muy sensible, le encantan los niños, sufre cuando oye cómo algunas madres son
capaces de abandonar a sus hijos. Escucha más que habla, pero participa en la
conversación con sus gestos, y a veces habla para desahogar un poco sus
sentimientos. Su aspecto es el de una persona cuidadosa y limpia, precisamente
escogió San Fernando porque aquí hay un comedor social diario, que ofrece
también posibilidades de aseo y vestuario.
Muchas personas así se
merecen un mínimo trabajo y un mínimo salario, como base para aspirar a mejorar
por sí mismos y para beneficio de la sociedad. Pero esta sociedad está
completamente perdida, la crisis está desbordando la capacidad de los
políticos, la enormidad de la crisis hace cada día más pequeños y ruines a
nuestros políticos; aunque no sólo podemos culpar de tantas desgracias a los
políticos, la sociedad ha perdido los valores de las generaciones anteriores
que supieron alcanzar una prosperidad nunca antes disfrutada.
No hemos sabido conservar la herencia recibida, no nos
mostramos agradecidos, nos hemos vuelto unos hijos soberbios de nuevos ricos y
pedimos más que damos. A mí me da la impresión de una sociedad caótica, huérfana de Dios; aunque sepa que Él está
siempre presente y nada ocurre sin su conocimiento, pero, esa seguridad
precisamente me hace desear que venga, que se haga presente y desaparezca el
caos reinante.
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