lunes, 18 de mayo de 2015

Una mañana otoñal, perezosa



Hoy ha sido una mañana intensa, de muchas entrevistas, y muchos comentarios, o más bien críticas y reproches mutuos, todo esto mezclado con interrupciones de móvil, y la guinda fue tener que resolver el permiso para un acto previsto para mañana mismo.

Empezó siendo una de esas mañanas otoñales, un tanto pesada, dormilona, hasta que el mal carácter de alguno hizo peligrar el ambiente perezoso; nada, fue un exabrupto, alguien que no sabe controlar su temperamento y no está dispuesto a ceder por nada del mundo, enseguida todos  continuaron como si nada, tomando su café o soltando alguna frase suelta más o menos ingeniosa, pero nadie tenía interés en  iniciar una conversación coherente.

Por fin le pregunto a una persona que había permanecido en el albergue los tres días reglamentarios y esperaba nada más un documento para regresar a Canarias, cómo es que vienen tatas personas desde Canarias a la península, y me intereso por el cultivo del tomate y los plátanos, entonces sí que se rompe la calma y este hombre empieza a hablar y hablar, y  o para, y nos cuenta anécdotas curiosas, si bien reconozco que tenía alguna dificultad para entenderle todo lo que decía.

El es nativo de Fuerteventura, de cierta edad, viste de una manera un tanto original, en todo caso muy juvenil, y le encanta hablar y contar historias, como he dicho. Habló de la obra de César Manrique, se entusiasmaba hablando de los hoteles, las piscinas, el acuario natural. El tema económico no le apetecía demasiado, ni le daba la importancia, se interesaba más por el tema del agua potable y alababa las desaladoras de los israelíes y su ingenio para el cultivo en el desierto. Pero lo que más le motivaba era contarnos quién era el que había comenzado con este aporte tan necesario de agua potable, y fue un alemán, un nazi, (no puedo recordar su nombre) durante la época de Franco, y más que eso las construcciones subterráneas, túneles, búnkeres, y el enorme peligro que supone aún hoy internarse por ellas o perforar algún muro.

Yo creo que debió ser consecuencia de ese peligroso laberinto el lío que le armamos para orientarlo hacia la estación de tren…a la cuarta acertamos a indicarle el camino más sencillo a la estación de Bahía Sur.


Pero faltaba la nota conmovedora, y vaya que si lo fue, pero merece otro post. 

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