domingo, 10 de mayo de 2015

Dos mujeres



Hoy ha sido una mañana un tanto agitada, empezó lenta, sin dificultades, pero al final, fuera del horario habitual,  acudieron en busca de ayuda varias personas: un joven que anda un tanto desorientado, buscando acomodo fuera de su casa por incompatibilidad con “la pareja “de su madre; otro que se ha pasado la mañana con los ojos cerrados, quizá durmiendo, quizá soñando, porque no ha parado de hojear libros y de vez en cuando se le caían de las manos. Han llegado también dos mujeres.

 Ellas son  las que más me han llamado la atención, representan dos maneras de vivir en la calle. Ambas son extranjeras y muy diferentes. Estuvieron a punto de la discusión cuando una de ellas le pidió un segundo cigarro a la otra, pero de pronto descubren que se conocieron hace tiempo y entonces comenzaron a hablar casi como dos viejas amigas, “¿por qué no te aseas un poco, puedes hacerlo en el “Pan nuestro?”, le decía una a la otra; “antes llevabas el pelo hacia arriba, recogido, ¿por qué no te cortas el pelo?”, insistía, mientras la otra respondía con mejor tono pero con evasivas.

Una presentaba un aspecto más  descuidado, entregada a la lata de cerveza y al tabaco, mejor si es gratis; la otra, nadie diría que vive en a calle, tan aseada y bien vestida. La primera se muestra más bien maleducada, digo yo que para impresionar o para justificar su desgracia; la segunda a penas habla, sus modales son mínimos pero delicados, su mirada muy afable. Las dos son muy sensibles, sin duda, pero la primera se expresa más espontáneamente y la segunda, es tan sensible que primero observa a quien tiene delante y ajusta sus palabras y sus gestos al trato que recibe.

La señora descuidada volvió por la tarde porque la trabajadora tenía que hacer alguna llamada a la embajada del país de esta señora, con el fin de conseguirle la documentación necesaria para viajar a su país. Necesita treinta euros y hacerse unas fotos para obtener los documentos, pero ella dice que eso es imposible. La trabajadora, con toda la paciencia del mundo trata de convencerla de que puede esforzarse en conseguir ese dinero, lo mismo que lo consigue para el tabaco y la cerveza. La señora está un poco cardilla a esa horas y de pronto se rebela, saca de su interior más humano y de madre, el recuerdo de su hija, ella solo quiere ir a ver a su hija, y ahora que tanto lo quiere no puede ir; pero la necesita tanto ahora…que se rebela contra la trabajadora, se encara con ella y le dice frases muy duras, como si fuera ella la culpable de no poder cumplir su deseo. Ella marchó dando tumbos y voces y nosotros nos quedamos preocupados y un tanto tristes.


En el mundo de la calle se dan cada vez  más categorías, se pueden ver personas con distintos grados de formación y sin posibilidad de encontrar un trabajo. Unos hacen de la calle un modo de vida, pero otros, como la segunda señora, cuidan su aspecto para que no se note que viven en la calle, para dar con ello confianza a las personas “normales” que pudieran ofrecerle algún trabajo, y evitar así los peligros de la calle. A cuántos he oído decir que quisieran librarse de la calle, pero pocos lo consiguen. Cuando volvía para casa vi a un chico joven, sentado en el suelo, con un aspecto normal, pidiendo una limosna en un papel ponía “soy electricista en paro…”

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