“te noto un poco…
pesimista, o negativo”, así me saludó un buen amigo el otro día, aunque poco a
poco, él mismo repetía casi al pie de la letra mis palabras, que expresaban, a
su entender, un poco de ‘negatividad’. Se refería a cuando yo denunciaba no
hace mucho el silencio de cáritas, o su
conformidad en aceptar las condiciones del reparto de víveres entre los
acogidos, que les obliga a firmar al recoger el lote de alimentos, y me quejaba
yo del control riguroso que ponen en la
recepción de una limosna, frente a la pasividad y descontrol de la corrupción a
lo grande.
Mi amigo, que no es
creyente, es sin embargo un defensor extraordinario de la Iglesia, pero sobre
todo de su función social, de su utilidad en beneficio de los más
desfavorecidos. Incluso sufre cuando alguien, sobre todo si se considera
creyente, critica sin la menor consideración a la Iglesia. Y le preocupaba que
yo, que siempre he defendido a la Iglesia y a cáritas, ahora me atreviera a
criticarla públicamente.
Yo le expliqué,
dialogamos, y al final estábamos de acuerdo en que efectivamente, el afán
manipulador del poder político es insaciable, y no dudará lo más mínimo en
quitarle a las organizaciones su protagonismo. Añado yo, controlando el
abastecimiento controla a las organizaciones, y mediante ellas a las capas
desprotegidas, los excluidos, evitando que se rebelen, mientras esperan, sin
esperanza, un trabajo, estabilizados en la crisis permanente.
Rebelarse hoy es muy
difícil, así lo demuestra lo poco que ha durado el movimiento del 15M, y su
transformación en una fuerza política ansiosa de poder para cambiar a su modo
las cosas, en plan frentista y generando división, como en tiempos pasados. Porque
son incapaces de ofrecer algo nuevo y fresco, sin revanchas, sin odios, como
cuando aquel “socialismo utópico” ‘desengañado’ de los excesos de la revolución
francesa, confiaba en la capacidad de la educación para cambiar el mundo desde
las personas, que por naturaleza tienden a la verdad, y al bien, que, cuando es
auténtico, es bien común.
Ayer mismo también
hablaba con un hombre, de mediana edad, que vive en el albergue desde hace unos
días, al que le cuesta mucho hablar,
además, a penas se le oye, no tiene fuerzas para la esperanza y ¡tiene tanto que decir!... terminamos con
la frase demoda, ‘vamos a creer que algo está cambiando’, porque yo me había
encontrado el día antes con dos personas, parados de larga duración, y con
familia numerosa uno de ellos, que habían encontrado trabajo.
Otro, en cambio, parado
de larga duración también y con familia numerosa a su cargo, me llega la
noticia de que ha terminado con sus huesos en la cárcel o el calabozo, porque
la desesperación y la contención en que vivía terminaron por ceder y se tomó un
respiro, tan contrario a lo que él acostumbraba, que perdió el control y… a
continuación la separación, si Dios no lo remedia.
¿¡Cómo puede pretender
mi amigo que yo me contenga, que no diga cosas como estas!? Si no las digo yo
por estos que conozco, seguramente nadie supiera que existen, estando en los márgenes,
en las zonas excluidas de la sociedad. Y para que si alguien encuentra a una de ellas,
por favor, se fije y actúe en consecuencia, si no lo ha hecho alguna vez antes,
o sea, con humanidad samaritana.
Si asumiéramos que
todos somos responsables de todos, no habría tanta crisis, o por lo menos los
que nos han conducido a ella perderían su fuerza y su poder, y muchos volverían
a tener motivos para la esperanza, sabiendo que alguien se ocupa o preocupa por
ellos, aunque nada más hubiera para compartir que la compañía, palabras, y un ‘mendrugo
de pan’, sin tener que rendir cuentas por ello a los nuevos estados manipuladores
de la beneficencia, incapaces de encontrar fórmulas eficientes para hacer realidad
el derecho al trabajo de todo el que lo quisiera, naturalmente.
Porque hay otras formas
de vida, sorprendentes, sin duda… que se conforman con vivir a su manera,
libres, hasta un punto verdaderamente admirable, aunque no logremos comprenderlos,
o no nos quepa en la cabeza cómo pueden vivir así: sin techo, comiendo en
comedores o de otros modos; hoy aquí y mañana allí, o sea, sin fronteras;
practicando alguna artesanía o habilidad con la que ganarse el sustento de cada
día, a merced de la generosidad de los viandantes; como peregrinos del Camino
de Santiago he conocido a algunos, que lo han hecho una, dos y tres veces…
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