José Luís Nunes Martins
22 de agosto de 2015
22 de agosto de 2015
Ilustração de Carlos Ribeiro
Querida amiga,
Cualquiera puede destruir una obra de arte, pero sólo un maestro es capaz de crear y erigir… a pesar de todas las adversidades y maledicencias. Después, repetir y hacer otra… y otra… sí, que la genialidad no es ser autor de una obra primera, sino ser capaz de arrancar un proceso de creación y perfeccionamiento permanentes, mientras los otros critican sin cesar.
Es fácil decir que una
cosa no está bien y sacarle muchos defectos. Pero esta gente no tiene idea de
lo que es estar delante del vacío de una hoja o de una tela en blanco, del
silencio de una pauta o de un bloque de mármol en bruto…
Si al menos esos críticos, por una vez, experimentasen hacer aquello que acusan a los otros de hacer mal…
Acumulan tensión como muelles comprimidos, y, en el instante fatal, disparan todo de una sola vez.
Lo mejor que se puede hacer ante una catarata de injurias, insultos y ofensas, por más repintadas y bien vestidas que lleguen, es encogerse de hombros y seguir adelante. Sí, es duro. Durísimo. Pero de nada nos vale otra cosa. Es una pérdida de tiempo, y de fuerza, intentar apedrear a los canes que ladran mientras pasa nuestra caravana. La realidad es así: unos quedan ahí, otros no.
Somos todos miserables. Todos. Algunos tienen conciencia de eso, otros prefieren el juego infantil de ir apuntando miserias que creen que son sólo del otro. Se creen reyes de un mundo en el que ellos están en la cima y donde todo gira a su alrededor.
Conoce por cierto aquellos malos pintores que trazan líneas sin gran sentido y después intentan convencer a los otros de que la realidad es así, una imagen perfecta de lo que intentaron retratar. Claro, se embarullan en argumentos tan malos que a veces cuesta creer que salgan de la cabeza de alguien inteligente.
Permítame algunos consejos que me repito a mí mismo:
Nunca se crea más que otros. Sólo si se reconoce igual a ellos podrá ser diferente, por las obras que ellos sólo critican.
Hay quien sólo existe a partir de las obras que otro crean por sí mismos.
Aún cuando tenemos razón nos falta acertar en dos cosas: el tiempo y el tono. A veces, la frase acertada fuera del tiempo o del tono, corre el riesgo de ser mal entendida así como no ser oída.
No piense mal de nadie, por respeto a sí. Esfuércese por comprender al otro, imagine qué razones pueden existir que justifiquen lo que aparenta no tener sentido alguno.
No invente disculpas para sí misma. Perfecciónese. Siempre. Da trabajo. Mucho. Pero usted lo merece. Perfeccione su silencio. Cuanto más limpio estuviere el inicio más bella podrá serla obra que de allí nace.
La verdad es que buena parte de nuestras propias desgracias se deben al hecho de que todos acabamos, casi siempre, por decir más de lo que queríamos decir…
Las grandes obras se
hacen con amor, verdad y trabajo, no con palabras o meras intenciones.
No es el peso de la cruz lo que importa, sino la fuerza de los hombros que la cargan.
Las grandes obras se pierden en el silencio que as envuelve.
… en la certeza de que pido también por usted en los silencios de los que soy capaz, le pido que se acuerde de mí en los suyos.
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