Parece que ha
encontrado de nuevo la tentación adecuada para socavar al menos el poder de
Dios. Ya ha conseguido que muchos, incluso de los que han disfrutado de su
hospitalidad, en la Iglesia, de su consideración y su compañía en el fondo de
su corazón, de Quien han recibido cuanto han llegado a ser en esta vida, se
pasen a la rebelión.
Otros muchos, no se
atreven a dar el paso, a salir de la protección de que gozan, pero se rebelan
en el interior mismo de la Casa que los ha acogido, gritan bien alto, para que
el Enemigo los oiga, contra los que hasta ahora han tratado de conservarla para
que siga siendo una referencia para el mundo. Lo han hecho con mayor o menor
acierto, sin duda.
Pero los hay, todavía más, que quieren ‘renovar’ completamente la casa de
Dios, incluso darla a los pobres, los de ahora, claro,
aunque las ‘riquezas’ sean patrimonio de épocas pasadas, y debieran conservarse
para que los puedan disfrutar con todo derecho los de las venideras, y así seguir
siendo un referente para el mundo, y un lugar donde dirigir tantas veces la
mirada en busca de algún consuelo espiritual para el alma atormentada, o en
momentos de conflictos graves en las sociedades… Están tan seguros de sí mismos
que creen que Dios bendice su temeridad y falta de amor con los de la casa. Nunca
como hoy puede decirse que los árboles no nos permiten ver el bosque.
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