La resiliencia es una capacidad que nos permite afrontar
las crisis o situaciones potencialmente traumáticas y salir
fortalecidos de ellas. La resiliencia implica reestructurar nuestros recursos
psicológicos en función de las nuevas circunstancias y de nuestras necesidades.
De esta manera, las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a
las adversidades que les ha tocado vivir, sino que van un paso más allá y
utilizan esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo su potencial.
Para las personas resilientes no existe una vida dura,
sino momentos difíciles. Y no se trata de una simple disquisición
terminológica, sino de una manera diferente y más optimista de ver el mundo ya
que son conscientes de que después de la tormenta llega la calma. De hecho,
estas personas a menudo sorprenden por su buen humor y nos hacen preguntarnos
cómo es posible que, después de todo lo que han pasado, puedan afrontar la vida
con una sonrisa en los labios.
La práctica de la resiliencia: ¿Cómo podemos ser más
resilientes?
La resiliencia no es una cualidad innata, no está impresa
en nuestros genes, aunque sí puede haber una tendencia genética que puede
predisponer a tener un “buen carácter”. La resiliencia es algo que
todos podemos desarrollar a lo largo de la vida. Hay personas que son
resilientes porque han tenido en sus padres o en alguien cercano un modelo de
resiliencia a seguir, mientras que otras han encontrado el camino por sí solas.
Esto nos indica que todos podemos ser resilientes, siempre y cuando cambiemos
algunos de nuestros hábitos y creencias.
De hecho, las personas resilientes no nacen, se
hacen, lo cual significa que han tenido que luchar contra situaciones adversas
o que han probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado por
vencidas. Al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han
desarrollado las habilidades necesarias para enfrentar los diferentes retos de
la vida.
¿Qué caracteriza a una persona resiliente?
Las personas que practican la resiliencia:
Son
conscientes de sus potencialidades y limitaciones. El
autoconocimiento es un arma muy poderosa para enfrentar las adversidades y los
retos, y las personas resilientes saben usarla a su favor. Estas personas saben
cuáles son sus principales fortalezas y habilidades, así como sus limitaciones
y defectos. De esta manera pueden trazarse metas más objetivas que no solo
tienen en cuenta sus necesidades y sueños, sino también los recursos de los que
disponen para conseguirlas.
Son
creativas. La persona con una alta capacidad de resiliencia
no se limita a intentar pegar el jarrón roto, es consciente de que ya nunca a
volverá a ser el mismo. El resiliente hará un mosaico con los trozos rotos, y
transformará su experiencia dolorosa en algo bello o útil. De lo vil, saca lo
precioso.
Confían
en sus capacidades. Al ser conscientes de sus
potencialidades y limitaciones, las personas resilientes confían en lo que son
capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden de vista sus
objetivos y se sienten seguras de lo que pueden lograr. No obstante, también
reconocen la importancia del trabajo en equipo y no se encierran en sí mismas,
sino que saben cuándo es necesario pedir ayuda.
Asumen
las dificultades como una oportunidad para aprender. A
lo largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que nos
desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más allá de esos
momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las crisis como una
oportunidad para generar un cambio, para aprender y crecer. Saben que esos
momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que
reaccionen. Cuando se enfrentan a una adversidad se preguntan: ¿qué puedo
aprender yo de esto?
Practican
el mindfulness o conciencia plena. Aún sin ser
conscientes de esta práctica milenaria, las personas resilientes tienen el hábito de estar plenamente presentes, de
vivir en el aquí y ahora y tienen una gran capacidad de aceptación. Para
estas personas el pasado forma parte del ayer y no es una fuente de
culpabilidad y zozobra mientras que el futuro no les aturde con su cuota de
incertidumbre y preocupaciones. Son capaces de aceptar las experiencias tal y
como se presentan e intentan sacarles el mayor provecho. Disfrutan de los
pequeños detalles y no han perdido su capacidad para asombrarse ante la vida.
Ven
la vida con objetividad, pero
siempre a través de un prisma optimista. Las personas resilientes son
muy objetivas, saben cuáles son sus potencialidades, los recursos que tienen a
su alcance y sus metas, pero eso no implica que no sean optimistas. Al ser
conscientes de que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por
centrarse en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas
desarrollan un optimismo realista, también llamado optimalismo, y están
convencidas de que por muy oscura que se presente su jornada, el día siguiente
puede ser mejor.
Se
rodean de personas que tienen una actitud positiva. Las
personas que practican la resiliencia saben cultivar sus amistades, por lo que
generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva ante la
vida y evitan a aquellos que se comportan como vampiros emocionales. De esta
forma, logran crear una sólida red de apoyo que les puede sostener en los
momentos más difíciles.
No
intentan controlar las situaciones. Una de las
principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer controlar todos
los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se nos escapa de entre las
manos, nos sentimos culpables e inseguros. Sin embargo, las personas
resilientes saben que es imposible controlar todas las situaciones, han
aprendido a lidiar con la incertidumbre y se sienten cómodos aunque no tengan
el control.
Son
flexibles ante los cambios. A pesar de que las personas
resilientes tienen una autoimagen muy clara y saben perfectamente qué quieren
lograr, también tienen la suficiente flexibilidad como para adaptar sus planes
y cambiar sus metas cuando es necesario. Estas personas no se cierran al cambio
y siempre están dispuestas a valorar diferentes alternativas, sin aferrarse
obsesivamente a sus planes iniciales o a una única solución.
Son
tenaces en sus propósitos. El hecho de que las personas
resilientes sean flexibles no implica que renuncien a sus metas, al contrario,
si algo las distingue es su perseverancia y su capacidad de lucha. La
diferencia estriba en que no luchan contra molinos de viento, sino que
aprovechan el sentido de la corriente y fluyen con ella. Estas personas tienen
una motivación intrínseca que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que
se proponen.
Enfrentan
la adversidad con humor. Una de las características
esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor, son capaces de
reírse de la adversidad y sacar una broma de sus desdichas. La risa es su mejor
aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite
enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones.
Buscan
la ayuda de los demás y el apoyo social. Cuando las personas
resilientes pasan por un suceso potencialmente traumático su primer objetivo es
superarlo, para ello, son conscientes de la importancia del apoyo social y no
dudan en buscar ayuda profesional cuando lo necesitan.
(Pido disculpas por no citar la fuente, pero la ha perdido)
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