sábado, 20 de agosto de 2016

Mara


 Pilar Paz Pasamar
 
¿Dónde voy yo, Dios mío,
con este peso Tuyo entre los brazos?
¿Para qué has designado
mi pobre fuerza a Tu cansancio inmenso?

Si quieres descansar, descansa en otros,
apoya Tu palabra en otras bocas
que te dirán mejor. Yo quiero ir
a solas por el campo, sin motivos,
sin lazos y sin cosas. Vete ya,
no soy yo quien debiera sostenerte.
Tu peso duele mucho, y es muy grande

Tu fatiga de Dios sobre mi cuerpo.

¿A dónde quieres ir sobre este vano
camino de mis pies, que no se orientan?
Búscate un lecho blando
en el pecho del niño, o del poeta
pero déjame a mí, muda y perdida,
sobre la tarde sola.
No huelles más mi hierba que humedece
un rocío continuo y desvelado.

Estoy empobrecida de lágrimas y gestos,
no tenga más calor que el de esta pena sorda,


y eres muy grande Tú para este frío,
y es muy pequeño el beso de mi boca.

¡Déjame ya, Señor! ¡Hay tanta espiga!
¡Hay tanta espiga enhiesta...!


 No recorras este arenal desierto de mi huida.
¡Déjame ya!... ¡Se está tan bien a solas!
(Mujeres de carne y verso. Antología poética femenina en lengua española del siglo XX. Edición de Manuel Francisco Reina. La esfera literaria. 2002)




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