domingo, 3 de agosto de 2014

La muerte. De la tierra al cielo



                                                     Ilustração de Carlos Ribeiro

Vivo las muertes de los otros, temo la mía. Pero más temible que a muerte es el morir. Un proceso que se imagina siempre lento, sufrido y consciente. Sólo los niños tienen miedo de estar muertos, condición que creen ser un estado de permanente abandono: oscuridad, silencio y soledad. Ahora nosotros, los adultos, dejamos de preocuparnos con lo que viene después, de tan centrados como estamos en el viaje, o mejor, en el tiempo que antecede al viaje…

Sólo la muerte de los otros es un suceso en mi vida, del mismo modo que la mía sólo lo será en las vidas de los que me sobrevivieran.

La aventura de la vida es mucho más que el tímido, fútil y cobarde instinto de conservación,  importa reconocer y vivir la vida tal como es: preciosa; y reconocernos y aceptarnos tal como somos: frágiles. La vida es este pedazo de infinito que tenemos en las manos. Esto que nos sobrepasa por completo pero del cual formamos parte. Una parte importante. Si no fuésemos esenciales, no estaríamos aquí.

Nadie puede vivir mi vida –ni morir mi muerte. Estamos solos, pero podemos dejar de estarlo, si nos entregamos. Si decidimos amar.

Es muy extraño que nos parezca que tenemos siempre mucho que decir a quien parte, y que el tiempo antes de su partida sea siempre tan poco. Incluso porque, en verdad, lo que tenemos que decir es siempre poco y el tiempo será, casi siempre, más que suficiente. Es cierto que partimos a horas diferentes… unos antes, otros después, pero en cuanto a la hora y las estaciones  de llegada…. ¡nadie tiene certeza!

Esa sombra que nos persigue incluso por donde no hay luz…. Este desierto de silencio que suena vacío … puede al final ser algo que no podemos entender, mientras tanto dura. Como si ahora fuese sólo tiempo de vivir, y después (sólo después) entonces hora de comprender. Todo.

La naturaleza de este mundo es finita, esta nuestra vida es un proyecto limitado en el tiempo.

Podemos y debemos posponer lo inevitable. Pero la realidad no es lineal: mañana no estaremos más próximos a la muerte de lo que estamos hoy. Es lo que hago lo que me aproxima o me distancia. ¡Si al conducir un automóvil decido pisar a fondo el acelerador y seguir a alta velocidad, me estoy colocando más cerca… si opto por seguir con serenidad y  seguridad, estaré apartándome! Depende mucho de mí. Nadie tiene la vida medida de partida.

Importa vivir aceptando os riesgos, pero calculando las posibilidades, que son siempre muchas… sólo la muerte no es una posibilidad –es el fin de las posibilidades.

Yo puedo ser este camino: de las raíces a los frutos; de la tierra al cielo; del barro a las estrellas… De lo finito al infinito… pero sólo lo seré si me decido a serlo, si me yergo, si levanto los brazos, si sueño alto… si llego a ser capaz de crear con mis propias manos el camino para el cielo.


Sé que voy a morir. Lo sé con la inteligencia y lo voy aprendiendo con el corazón. Sé que la muerte me separa de algunos que amo, no se de ellos con la inteligencia, hay días en que los siento con mi corazón… viven aquí, conmigo, en mi vida, bien dentro de mí; pero también hay noches en que siento que ya estoy allá, lejos… Donde ellos me esperan.

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