jueves, 21 de agosto de 2014

¿Dónde estoy?



No es posible acostumbrarse, por más tiempo que lleve uno intentando ayudar a personas que vienen de paso, siempre habrá casos sorprendentes, porque las personas somos únicas e irrepetibles. “El que la lleva la entiende”, dicen por aquí…

Desconocido para la mayoría y abandonado por sus familiares cuando le asalta una enfermedad que lo deja totalmente incapacitado. Iba a Levante, M., pero ha aparecido en San Fernando. Tiene un aspecto alarmantemente frágil, acentuado por el desgaste del viaje y la sorpresa de encontrarse lejos de su destino.

Se aloja en el albergue esa noche y al día siguiente muestra otro aspecto, ya no da la impresión de que se pueda caer o  desmoronar ahí mismo. Incluso habla algo y su mirada es más participativa, invita a que le preguntes, a que le ayudes a aliviar la carga tan pesada que lleva dentro.

Al día siguiente vuelvo a ver a M., y lo encuentro peor que a su llegada. Le ha pasado algo que ni él sabe explicar. Extremadamente débil, la melena revuelta, heridas en los brazos. Parece que no ha dormido en el albergue, incluso creo haber escuchado  algo de pelea, pero no quiero seguir preguntando. Basta con mirarnos a los ojos, y acompañarnos un rato, hasta que llegue la hora de cerrar la oficina, después, buscará un acomodo por ahí.

Hoy, vuelvo a ver a M., el aspecto que presenta es el de haber dormido en la calle varios días. Está desayunándose un café estupendo que hace nuestra compañera I. y mojando una galleta detrás de otra… Menos mal que seguimos ofreciendo  este servicio, y que nos abastecen abundantemente de café y dulces unas buenas gentes.

Hoy, sin yo saber que era el último día de estancia aquí, me había decidido a hacerle preguntas de su enfermedad, de su vida, y como está mucho más hablador, me cuenta cosas verdaderamente tremendas. Estuvo en Santander, trabajando, pero lo dejó por diversos y se volvió a Madrid, de donde él es y donde tiene su familia. Cuidaba a su madre, mayor y enferma, pero le dio eso tan malo que tiene, que le paraliza medio cuerpo, y se queda sin fuerzas. Por ello le dieron un altísimo porcentaje de minusvalía y le han concedido una pensión.

Ni aún así la familia le ha dejado quedarse con su madre, con su pensión podía haber ayudado, pero, por lo que me dice,  ha llegado un “cuco” que le ha robado el nido…

En la larga conversación que tuvimos de camino al autobús que lo llevaba a Cádiz  reconoció que él también había hecho cosas que le han perjudicado o indispuesto con los hermanos; cinco tiene, y ninguno se ha interesado por él. También lo había dejado su compañera, a la que le gustaba gastar, dice.


A ver si en Cádiz encuentra todo lo necesario para vivir con un poco de dignidad y seguridad, espera con impaciencia que le lleguen sus medicinas a la Residencia, ya que son especiales para él y se las tienen que hacer en un hospital de Madrid. Además las trabajadoras sociales de Madrid y San Fernando se pondrán en contacto para buscar lo mejor para M. Así sea.

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