sábado, 16 de agosto de 2014

¡Cuánto peor, mejor…!?



Hasta hace pocos meses yo veía este pequeño recinto como un mundo en pequeño, por la diversidad de usuarios (¡dichosa palabra!) tanto por la procedencia, como por sus propias características personales y su curriculum. En cambio ahora la mayor cantidad de personas que acuden en demanda de información y ayuda son nacionales, de cualquier edad, y compartiendo causas o desgracias.

Hoy hemos hablado mucho de la existencia del mal, una voluntaria se empeña en que no existen personas malas, alguna razón deben tener para comportarse de ese modo, argumenta ella; en cambio,  todos los presentes tratábamos de convencerla de lo contrario, aportando cada uno su experiencia, por supuesto como víctimas del mal… sin la menor duda de que el mal cuenta con fieles servidores entre los humanos, y algunos muy cercanos.

Un joven recién llegado, que está algo alterado con la conversación, y supongo que algo cansado del viaje, tercia en la conversación, pero toma un giro radicalmente distinto, pues arremete contra la Iglesia con tal intransigencia que nos deja algo cortados. Para intentar calmarlo le pregunto que por qué dice esas cosas, y que si sabe donde se encuentra en este momento, mi insistencia le hizo detener aquella catarata de acusaciones y quedó un poco aturdido, incapaz de contestar. A partir de ese momento se tranquilizó, y seguimos la conversación en tono dialogante.

Este joven viene acompañado de un familiar, también joven, vienen del norte,  esperando encontrar aquí algún trabajo. Quizá tendemos a pensar, por instinto de supervivencia, que aquello que es escaso donde vivimos es más abundante en otras partes, y cuanto más lejos más abundante todavía. Allí han dejado lo que más quieren,  la familia (uno de ellos deja mujer y dos hijos menores),  lo que más satisfacciones  nos da en esta vida.

Otros muchos andan solos por el mundo, porque se han separado de sus mujeres o sus mujeres de ellos, o entre todos la matamos… Hoy ha vuelto un hombre a vernos  porque tiene un juicio, de familia, claro. Habla otro “usuario” que ya se iba y dice medio en broma: “mañana me voy a emborrachar”. ¡Hombre!…, le decimos, y él añade, con cierta resignación, (porque parece que no tiene por costumbre beber), “es que mañana, tal día de agosto,  de cual año, se cumplen tantos  años de mi divorcio”. Tras el desahogo marchó con otra actitud, menos negativa. Otro nos comenta que un señor, al que muchos conocemos,  se ha tenido que marchar a Francia, contra su voluntad, porque su mujer lo persigue a todas partes; llama a los albergues para que lo expulsen o no lo dejen quedarse… No hay palabras…

Ya tiene que verse muy mal un hombre, o una mujer, para dejar  lo que más quiere, y lanzarse a la búsqueda del sustento en otra parte, hasta el otro extremo del mapa, pasando mil calamidades. Hoy vienen dos familiares juntos,  para apoyarse, para no sentirse tan solos o desprotegidos. Es una escena muy dura, pero que dice mucho de las personas que la afrontan con tanto valor, y hasta con buen humor.

Pero también dice mucho de la sociedad en que vivimos, la que nos ha llevado a la crisis, y ahora no sabe gestionar los presupuestos y acudir en ayuda de las víctimas. Tras la Guerra Mundial, para pagar a los ciudadanos su servicio en la defensa de la patria, (y para evitar revueltas sociales) surge el Estado del Bienestar, para que nadie careciera de lo necesario…

Ahora, ese estado del bienestar se tambalea,  y no ha habido guerra, y no saben qué hacer. Lo primero ha sido asegurar los dineros, bien o mal adquiridos,  y las casas  del dinero. Y vaya modos y maneras que se gastan ahora: las pensiones mínimas se ven obligadas a pagar comisiones de mantenimiento  a las cajas de ahorros, ahora convertidos bancos avaros;  tampoco consienten un mínimo descubierto a fin de mes, y mucho menos conceden créditos, ni pequeños ni grandes. Para no hablar del pago puntual de los recibos, si no quieres que te  penalicen con una cantidad con la que podrías vivir una semana… etc. A esto sumamos los recortes, etc., etc.

¿Cómo van a soportar las familias tanta presión? Por eso también muchas familias se deshacen, pensando algunas personas que así podrán sacar más  dinero en subvenciones, pensiones, ayudas, etc. O sea, ¡cuanto peor, mejor!… ¡Dios mío! Donde hemos llegado. Y todos somos responsables, por acción, omisión, o aceptación de los hechos;  en todos hay una dosis de egoísmo, que sólo se diferencia en la cantidad. El bien común, la sociedad, son conceptos demasiado abstractos, difusos, incluso antiguos, pensarán otros más modernos…


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