Hasta hace pocos meses
yo veía este pequeño recinto como un mundo en pequeño, por la diversidad de
usuarios (¡dichosa palabra!) tanto por la procedencia, como por sus propias
características personales y su curriculum. En cambio ahora la mayor cantidad
de personas que acuden en demanda de información y ayuda son nacionales, de
cualquier edad, y compartiendo causas o desgracias.
Hoy hemos hablado mucho
de la existencia del mal, una voluntaria se empeña en que no existen personas
malas, alguna razón deben tener para comportarse de ese modo, argumenta ella;
en cambio, todos los presentes
tratábamos de convencerla de lo contrario, aportando cada uno su experiencia,
por supuesto como víctimas del mal… sin la menor duda de que el mal cuenta con
fieles servidores entre los humanos, y algunos muy cercanos.
Un joven recién
llegado, que está algo alterado con la conversación, y supongo que algo cansado
del viaje, tercia en la conversación, pero toma un giro radicalmente distinto,
pues arremete contra la Iglesia con tal intransigencia que nos deja algo cortados.
Para intentar calmarlo le pregunto que por qué dice esas cosas, y que si sabe
donde se encuentra en este momento, mi insistencia le hizo detener aquella
catarata de acusaciones y quedó un poco aturdido, incapaz de contestar. A
partir de ese momento se tranquilizó, y seguimos la conversación en tono
dialogante.
Este joven viene
acompañado de un familiar, también joven, vienen del norte, esperando encontrar aquí algún trabajo. Quizá
tendemos a pensar, por instinto de supervivencia, que aquello que es escaso
donde vivimos es más abundante en otras partes, y cuanto más lejos más
abundante todavía. Allí han dejado lo que más quieren, la familia (uno de ellos deja mujer y dos
hijos menores), lo que más
satisfacciones nos da en esta vida.
Otros muchos andan solos
por el mundo, porque se han separado de sus mujeres o sus mujeres de ellos, o
entre todos la matamos… Hoy ha vuelto un hombre a vernos porque tiene un juicio, de familia, claro. Habla
otro “usuario” que ya se iba y dice medio en broma: “mañana me voy a
emborrachar”. ¡Hombre!…, le decimos, y él añade, con cierta resignación, (porque
parece que no tiene por costumbre beber), “es que mañana, tal día de
agosto, de cual año, se cumplen tantos años de mi divorcio”. Tras el desahogo marchó
con otra actitud, menos negativa. Otro nos comenta que un señor, al que muchos
conocemos, se ha tenido que marchar a
Francia, contra su voluntad, porque su mujer lo persigue a todas partes; llama
a los albergues para que lo expulsen o no lo dejen quedarse… No hay palabras…
Ya tiene que verse muy
mal un hombre, o una mujer, para dejar
lo que más quiere, y lanzarse a la búsqueda del sustento en otra parte, hasta
el otro extremo del mapa, pasando mil calamidades. Hoy vienen dos familiares
juntos, para apoyarse, para no sentirse
tan solos o desprotegidos. Es una escena muy dura, pero que dice mucho de las
personas que la afrontan con tanto valor, y hasta con buen humor.
Pero también dice mucho
de la sociedad en que vivimos, la que nos ha llevado a la crisis, y ahora no
sabe gestionar los presupuestos y acudir en ayuda de las víctimas. Tras la
Guerra Mundial, para pagar a los ciudadanos su servicio en la defensa de la
patria, (y para evitar revueltas sociales) surge el Estado del Bienestar, para
que nadie careciera de lo necesario…
Ahora, ese estado del
bienestar se tambalea, y no ha habido
guerra, y no saben qué hacer. Lo primero ha sido asegurar los dineros, bien o
mal adquiridos, y las casas del dinero. Y vaya modos y maneras que se
gastan ahora: las pensiones mínimas se ven obligadas a pagar comisiones de
mantenimiento a las cajas de ahorros,
ahora convertidos bancos avaros; tampoco
consienten un mínimo descubierto a fin de mes, y mucho menos conceden créditos,
ni pequeños ni grandes. Para no hablar del pago puntual de los recibos, si no quieres
que te penalicen con una cantidad con la
que podrías vivir una semana… etc. A esto sumamos los recortes, etc., etc.
¿Cómo van a soportar
las familias tanta presión? Por eso también muchas familias se deshacen,
pensando algunas personas que así podrán sacar más dinero en subvenciones, pensiones, ayudas,
etc. O sea, ¡cuanto peor, mejor!… ¡Dios mío! Donde hemos llegado. Y todos somos
responsables, por acción, omisión, o aceptación de los hechos; en todos hay una dosis de egoísmo, que sólo
se diferencia en la cantidad. El bien común, la sociedad, son conceptos
demasiado abstractos, difusos, incluso antiguos, pensarán otros más modernos…
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