martes, 26 de agosto de 2014

A veces quisiéramos ser uno solo… el mejor


Este es otro C., ¿cuántos Cs. vienen por aquí? Así saludaba esta mañana a mi amigo C., intentando gastarle una broma, sabiendo que la aguantaría… Hoy entraba como un cohete, con la cabeza inclinada, sin mirar a la cara y saludando a todo el mundo, uno detrás de otro,  sentándose a tomar su café en completo  silencio con el exterior.

Después de un rato de charla colectiva, cuando quedábamos solamente los voluntarios con él, entonces empezamos a hablar en serio. Lo de los Cs. es que es tan expresivo, tan “inocente”, que se trasparenta, como un  niño, de manera que cada C. es lo que traiga entre manos, o en el “coco”.

Últimamente “se había encontrado un amor”. Estaba transformado, incluso lo veíamos escribir cartas a diario, en medio de la conversación, sin levantar la vista ni pestañear, tal es su capacidad de aislamiento; igual que otros están metidos en los móviles recibiendo y enviando mensajes, pero él no tiene móvil…

No tiene móvil, ni bici, ¿Por qué no la tiene, si es su medio de trabajo, para ir a mariscar todas las noches y ganarse unos euros? Pues no la tiene porque su amor tiene una hermana, a la que tiene que pagar algún tributo, y para que no anduviera ella, ahora el que no anda ni marisca es él.

La “comedura de coco” que trae, y cómo recuperar la bici sobre todo,  lo han echado del albergue, a donde había vuelto con alguna cerveza de más y para evitar enfrentamientos peores, pues no fue a dormir. Ahora está en la calle.

Estos pensamientos le han llevado también a querer ser el dueño de su vida de una vez por todas, estando decidido a ir a un centro hasta sentirse seguro de salir de allí para no tener que volver nunca más, ni a este ni a otro centro.

Le ayudamos a esclarecer un poco sus pensamientos, y confiamos en que tome la decisión mejor para él.


De todos modos, siempre hay alguien que saca partido de los demás, en vez de agradecer su amistad y compartir recíprocamente lo que tienen.

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