Esta semana
también han sucedido varias cosas buenas, y no puede ser por casualidad. La
oficina ha estado a tope, literalmente hubo momentos en que no se cabía, puede
que haya habido hiperactividad, pero en medio de este “jaleo” han sucedido
cosas extraordinarias.
Si es
cierto lo que digo, juzguen ustedes mismos por las que le voy a contar.
Primero nos
visita aquel poeta que le regaló a T. hace unos meses una poesía por su
cumpleaños. Se había ido a Cádiz porque aquí no le renovaban la estancia en el
albergue, y ahora, al cabo de dos meses, vuelve a vernos. Se aprecia enseguida que no le va
mal por su aspecto cuidado y muy personal; nos damos un abrazo y lo primero que
me dice es que ha encontrado su sitio, que no para de producir poesías, que ha
encontrado su musa en la Caleta y lo ha contratado nada menos que una familia
carnavalera de mucho rango. Hasta lo han bautizado en la playa de la caleta y
le han puesto nuevo nombre, “Carita de Plata”, que lo define por fuera y por
dentro.
Como casi siempre
llegó al final, casi fuera de horario, una persona no menos extraordinaria por
su sencillez, su inocencia y su enorme vulnerabilidad, tanta, que me atrevería
a decir que Dios mismo la trajo a nosotros para que nuestra trabajadora social
descubriera el error que la había hecho sentirse perdida, y así evitar tener
que dormir en la calle. Teniendo dinero no sabía donde, pero la trabajadora
descubrió la entidad bancaria donde tenía su cuenta por medio de unas
llamadas telefónicas. La acompañamos para que se sintiera segura; fuimos
también con ella a sacar el billete para regresar a su casa y afortunadamente
le costó la mitad, era día de oferta en la Renfe. La alegría que le entró le
ayudó a soportar la espera hasta el día siguiente.
Hoy llegó otro
hombre mayor, no menos vulnerable que la señora anterior, con muletas y a
punto de desmayarse, por los nervios y el agobio que le producía una sala tan
pequeña llena de gente, a él que ha vivido toda la vida en el campo. Este
hombre tampoco sabe que ya le están buscando los Servicios Sociales una
residencia, y viene a cáritas para que le ayudemos aquí a buscársela. La
trabajadora llamó enseguida a sus compañeras de los Servicios Sociales
municipales y, efectivamente, lo echaban de menos allí, incluso se había negado
a recibir la ayuda que le ofrecían mediante la ley de Dependencia.
Trabajo nos costó
convencerlo de que aceptara esa ayuda, que así una asistenta iría a hacerle la
comida y a hacerle compañía un rato, y que así ya podría dejar de comer
bocadillos y migote de leche todas las noches. Además tendría la oportunidad de
contarle sus historias con los caballos, los perros, las ovejas; de cómo era él
“el hombre del tiempo” y no se equivocaba nunca mirando al cielo y a la tierra.
Este hombre, sabe qué tiempo va a hacer en plena naturaleza, pero no sabe
defenderse ahora, perdido en la ciudad, donde vino engañado por su propia hija,
que lo trajo con ella por dinero, dice él, y ahora lo ha dejado solo porque ya
se ha terminado el capitalito que traía.
Qué contento
volvió para casa, después de prometer que la semana que viene recibirá a la
trabajadora social municipal en su casa para acordar el horario de la asistenta
que irá a cuidarlo diariamente. “Hoy ya he hecho el día. He conocido gente
estupenda”, me dijo al despedirse, y repitió su compromiso de aceptar la ayuda
y nunca más salir de casa
solo por la noche. Pero, este hombre busca aire
fresco y limpio, la naturaleza, donde se ha criado y vivido siempre con los
animales, los entiende a todos mejor que a los hombres; sólo confía y echa de
menos a su nieto, que
encima es marino y no para…
“Por la
grandeza de las revelaciones y
para que no me engría, se me ha dado una espina en la carne: un emisario de Satanás
que me abofetea, para que no me engría. Por ello, tres veces le he pedido al
Señor que lo apartase de mí y me ha respondido:“Te basta mi gracia: la
fuerza se realiza en la debilidad”. 2Cor.
12, 7-9
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