No me gusta hablar de
los voluntarios pero como también somos humanos, y frágiles, y pocos, al menos
en este servicio de Cáritas para personas sin hogar de San Fernando, pues vaya
por ellos, mis compañeros, que son fenomenales, y muy comprensivos con todos,
pero también conmigo, que he estado un tiempo sin acudir al servicio, y no me
lo han reprochado, al contrario, han hecho lo posible para que vuelva a
incorporarme de manera habitual.
Hoy se despedía hasta
las próximas vacaciones nuestra única compañera, ya que ella todavía trabaja; no
como los demás que somos: uno militar en la reserva, otro jubilado y yo,
pensionista. Ha habido otros intentos de formar parte de este grupo de
voluntarios, y muchas promesas, pero no logramos pasar de cuatro. También
contamos con la presencia, casi diaria del P. Luis, un Padre Blanco que ayuda a
repartir la comida en el albergue y antes viene a hacernos una visita,
dispuesto siempre a colaborar con nosotros. Y contamos con la presencia
irregular de otra persona, que también ayuda; auque él no se considere voluntario,
lo es aunque sin compromiso.
Nos costó la despedida, aunque sin hacer
dramas, no somos ninguno dados a las exageraciones, y asumimos las situaciones
nuevas con relativa normalidad. Pero, como en cualquier grupo humano, y si son
pocos con más motivo, la ausencia de uno de sus miembros, se hace más cuesta
arriba. Lo peor es que quedamos tres, y como falle uno…
Ella dice que nos va
echar mucho de menos, que se siente muy a gusto aquí en el “garito” (no lo dice
en tono despectivo, es que es tan pequeño el
local que tenemos que pedir paso continuamente), que le encanta
nuestra compañía y la de las personas que a diario pasan por aquí. Los debates
son frecuentes, se habla de todo y en profundidad, con gran sentido del
dialogo, y mucha tolerancia, lo que facilita que los más tímidos o inseguros también
participen en el momento que ellos decidan hacerlo.
Se valora cualquier
aportación o capacidad que manifieste cualquiera de estas personas, para combatir en la medida de nuestras
posibilidades la marginación, o el menosprecio, que a menudo padecen.
Muy importante es la
coincidencia en la forma de actuar y el acuerdo profundo en el motivo por el
que somos voluntarios: “Estamos tan a gusto porque hacemos lo que queremos, sin
que nadie nos estorbe o cuestione, y nos volcamos en hacer pasar un rato
agradable a cualquiera que se acerque a esta oficina, sin protagonismos,
uniendo nuestras fuerzas y capacidades en la mejor forma de atender a quien lo
necesita”.
Por todo lo dicho, “es un
privilegio ser voluntario aquí”, por los compañeros y por recibir tantas
compensaciones y el agradecimiento de la mayoría de las personas que vienen a
diario a arreglar sus problemas con la trabajadora social, pero les queda tiempo para compartir con los
demás lo que puedan o quieran de sus vidas y personas.”