Daniel Medina Sierra
Encontrar
la voluntad, en el siglo XXI, de cambiar aspectos fundamentales de nuestro
desarrollo moral y espiritual requiere de un esfuerzo colectivo sin precedentes
en la historia de la humanidad. Requiere de un examen de consciencia profundo e
individual para, posteriormente, llegar al mismo resultado colectivo.
Es
indispensable desechar distintos tabúes, prejuicios e incluso gran parte de
nuestra identidad, ya contaminada por los bombardeos ideológicos y morales que
inevitablemente llevamos como una carga pesada e inútil.
Explorar
sin tapujos ni limites la esencia de nuestra consciencia, o lo que es lo mismo,
escuchar nuestras almas sin interpretaciones externas. El diálogo entre Dios y
nuestro ser o esencia divina debe ser abierto, pues es la única forma de
construir una sociedad sana y evolutiva en todos los sentidos.
Si
pensamos en la relatividad de nuestra existencia y en el escaso tiempo que
permanecemos en este plano existencial, llegaremos a conclusiones que, aunque
razonadas con la mente, tiene paralelismos con nuestra consciencia divina.
Una
de estas es la inexorable pérdida de todos nuestros bienes materiales, que, aún
siendo conscientes de ello, estamos ligados a éstos. Es una cuestión educacional
fundamental tanto en nuestra infancia como en nuestra etapa adulta, tratar de
aprender y enseñar a escuchar lo que nuestro corazón nos dicta, a estar por
encima de las simples necesidades mundanas que tanto daño hace a nuestra
sociedad.
El
punto de partida de todo ser es la incuestionable realidad de que somos más que
un conjunto de células extraordinariamente complejas y que no somos fruto de la
casualidad. En ese punto empezamos a hacernos las eternas preguntas sin,
aparente , respuesta ¿Quién soy, de dónde vengo, a donde voy...? con una mente
y un corazón abierto llegamos a asomarnos a esa otra realidad, una realidad más
amplia y optimista que la mera realidad material.
Consientes
de la unión indisoluble con algo más amplio que nosotros, llamemos Dios,
Consciencia cósmica, ente superior... somos también conscientes de la unión
entre todo ser viviente, el descubrimiento de esta verdad universal abre un
amplio abanico de oportunidades en el desarrollo humano. La relación conjunta
de nuestras almas, el efecto mariposa, acción y reacción ampliamente debatidos
en sendas conferencias en todo el mundo, expertos de todo el mundo llevan mucho
debatiendo estos temas.
Las
conclusiones y teorías difieren unas de las otras, pero lo importante es que
estas cuestiones fundamentales para el ser humano no queden relegadas a dogmas
de carácter religioso. El hecho mismo de que se empiece a tomar en serio fuera
de los templos y religiones nos indica que Dios nos habla a todos con un
lenguaje distinto.
Una
sociedad sin alma está abocada a la extinción, una sociedad que muere sin
saberlo, una sociedad sin distinción del bien y del mal. Es nuestra primera y
última meta si queremos un mundo mejor.
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