¿¡Pero, qué podemos
esperar…, si no empezamos por nosotros mismos!?
ü Si no somos capaces de asumir y manifestar, en privado y
en público, un respeto sagrado por la propia vida y la ajena. Un respeto
sagrado hacia los mayores, los padres, los niños, la patria, a quien nos acoge en
este mundo. Sin una actitud respetuosa y colaboradora, agradecida y
responsable, obediente al deber y dispuesta a servir, a sumar, para seguir
creciendo...
ü Si aceptamos leyes que consagran la injusticia y
nos discriminan según criterios ideológicos multiplicando así las posibles
divisiones; superada la clásica división y odio entre ricos y pobres, ahora,
por poner algunos ejemplos, la principal división es entre tener o no tener
trabajo; entre ser un excluido social nativo o emigrante extranjero, para
poder así disfrutar de más o menos derechos elementales en tu propio país.
Entre ser hombre o mujer, a la hora de enfrentarse a la justicia por haber
ejercido violencia doméstica, o cuando han desparecido los lazos afectivos
entre ambos cónyuges, y la única solución es separarse, dividir las fuerzas, y
arruinarse familiar e individualmente...
ü Si por un lado el Estado da pensiones y ayudas
sociales, y por otro consiente que los bancos, la mayoría recatados con
dinero de todos, retraigan sin la menor compasión intereses y tasas a los
beneficiarios, que ni con mucho llegan a fin de mes. Incluso permite que
Hacienda les retraiga de tan míseros ingresos cualquier tipo de deuda, impuesto
o multa...
ü Si renegamos de los principios que han orientado la
enseñanza durante siglos, y que han conducido a esta sociedad a las cotas más
altas de desarrollo económico, social, etc.
ü Si nos desprotegemos cuando despreciamos o renegamos de
la trascendencia, que nos convierte en hijos de Dios a todos, y nos estimula a
crecer siguiendo un Modelo perfecto...
ü Si no somos capaces, ante las cotidianas y flagrantes
infracciones a la cordura y al sentido común, decir ¡NO!...
ü Y así podría seguir diciendo cuantos peldaños le hemos
ido quitando, alegremente, confiadamente, pero irreflexivamente, a la escala
que de verdad nos permitiría ascender en la mejora personal y social, con
esperanza, responsablemente...
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