viernes, 26 de septiembre de 2014

Un comentario inoportuno




Esta mañana hemos tenido una conversación acalorada sobre el aborto, y reconozco que no he sabido defender con eficacia la necesidad de su erradicación frente a la tolerancia o la permisividad. De nuevo no me he dado cuenta, o no he sabido evitar un agotamiento inútil, que pretendía más imponer mi criterio que convencer, seguramente. Otra lección que espero saber aprovechar.


Me acompañaron a casa dos amigos, bien porque me vieron un poco agotado por el acaloramiento de la discusión, o porque les apeteciera seguir hablando; yo se lo agradecí de todos modos. Continuamos sacando conclusiones por el camino y hablamos  de otros temas, de la fe y de los comportamientos que suelen tener las  personas que viven mucho tiempo en la calle.


Ya nos despedíamos, porque llegamos a mi casa, y se me ocurre decir, mirando al cielo, cubierto de nubes que salían a borbotones entre los edificios, qué bonito está el cielo, mirando un espectáculo así disfruto y en seguida pienso en Dios… Quería decir algo ligero o gracioso para terminar la conversación…  

La respuesta de uno de ellos fue instantánea: pues a mí eso me sugiere problemas, lluvia, frío, tener que buscarme un refugio seguro... Mi frasecita había sido cuando menos inoportuna, si no pedante. Un comentario tan simple pone en evidencia la enorme diferencia entre tener un techo y no tenerlo, vivir en la calle o en tu propia casa; aunque veamos las mismas cosas unos y otros, no las sentimos de la misma manera.


Tiene razón el otro acompañante cuando dice que está muy dolido con la sociedad, porque muchas personas, aunque vean a otros, incluso aunque sean vecinos o próximos,  sufriendo necesidades materiales o espirituales, no se inclinan para escuchar, y socorrer…

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