viernes, 26 de septiembre de 2014

¡Cuánto mal nos hacemos!



Esta misma tarde se me escapó delante de una mujer joven una frase terrible: “¡cuánto mal hay, ¿verdad?; mucha gente se cree buena, pero hay que ver cuánto mal nos hacemos”! Venía a mi cáritas parroquial a entregar los papeles que les habíamos pedido con la esperanza de ser seleccionada para un programa de ayuda económica que ofrecen conjuntamente una antigua caja de ahorros y Cáritas Diocesana.

No pude por menos de decirle eso después de lo que me había dicho y siendo ya la mujer número cinco que venía en circunstancias parecidas: Familia numerosa, no recibe ninguna ayuda o a lo sumo unos míseros euros al año, separada, aunque en su caso la separación es temporal, porque su pareja está en prisión y le queda la mitad de la condena, tres años más sin poder contribuir a la manutención de la familia. ¿¡Cómo se las arreglan estas mujeres para sobrevivir, y criar unos niños estupendos!?

De las nueve familias  que entregaron hoy los papeles, tres más también estaban separadas, dos presentaban la condena contra los exmaridos o parejas por malos tratos. Otras, en cambio permanecen unidos, pero los dos desempleados, en unos casos son españoles, vecinos de toda la vida del barrio, otros son extranjeros y algunos sin papeles, como es el caso de la que he llamado en otra ocasión “otra madre coraje boliviana”, que tira ella por todos, el marido y cinco hijos, aunque después de muchos años no ha conseguido que el marido y sus dos primeros hijos reciban la nacionalidad española, y ha invertido en ello lo que no tiene, me consta, y también le hemos ayudado nosotros sin conseguirlo; ese fue el último intento fallido que la hizo llorar, pero sólo delante de nosotros, no de los niños. Hoy nos contaba emocionada cómo la maestra  había alabado a su hija mayor (la que aún no está nacionalizada) “es una chica maravillosa, muy buena. Ojalá tuviéramos muchos niños como Romina”.

Con lo que acabo de decir creo que queda contrarrestada la frase terrible del principio, también  hay mucho bien:  en los que no tienen medios pero saben vivir aprovechando lo poco que tienen, con buen humor, sin rencor, y en los que se ofrecen voluntarios para ayudar o dan de lo que tienen. Hoy me dio mucha alegría darle los papeles a una señora para hacerse socia de cáritas, precisamente a tres días de haberme enterado que tenemos que ir pensando en que se cerrarán algunos servicios de cáritas, como el de atención a personas sin hogar, porque las subvenciones de las instituciones no llegan. Al menos en las parroquias, gracias a las colectas y donativos, se podrá seguir con la ayuda; en nuestra parroquia las colectas se mantienen y los donativos en mano son más y mayores.


Está claro, frente al mal el bien no se queda pasivo, actúa, y generalmente sin ruido; no son pocas las personas que prefieren que no se sepa lo que dan, ni siquiera se sepa que dan.

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