martes, 29 de enero de 2019

… y lo escucharon, sobre todo lo escucharon.



Vamos recuperando ciertos hábitos y costumbres tras el último cambio, el más difícil por estar en dependencias separadas la oficina del trabajador y la sala de espera, pero sobre todo por estar instalados dentro de un edificio de una institución diferente, con un modo de actuar diferente. Como digo vamos sorteando las dificultades y prestando la mejor atención posible a las personas que siguen acudiendo a Cáritas, como primer paso para entrar en el albergue, o aquellos que viviendo en la calle necesitan del trabajador para resolver sus asuntos personales y la gestión del papeleo administrativo.

Hay días que acuden más y otros menos, pero hay algunas personas que acuden con más asiduidad, al menos el tiempo que están alojados en el albergue. Hoy, precisamente, es el segundo día que entablamos una conversación, y de manera espontánea surgió el tema de la separación, uno de los motivos más frecuentes de vivir en la calle, o tener que buscar un albergue, y si es conocido, mejor, para no sentirse solo, para no añadir más incertidumbres y sorpresas negativas a su situación de desamparo. La calle no es para todo el mundo, hay que ser muy valiente, o verse forzado a ello.

Pero lo que más me impresionó fue el comentario de esta persona sobre el albergue, el de antes y el de ahora. Me dijo que echaba de menos a las Hermanas, que él había venido a este albergue porque ya en otra ocasión, hace no mucho tiempo, tuvo que abandonar su casa precipitadamente, y ellas lo atendieron muy familiarmente, y lo escucharon, sobre todo lo escucharon, y así pudieron satisfacer sus demandas materiales y espirituales. No se sintió solo, no tuvo que pasar la primera noche de separado en la calle, como le ocurre a otros.

Creo que, a pesar de los miles de comentarios que sobre las monjas se han hecho (yo mismo lo he hecho en algunas ocasiones) es justo reconocer, y me alegro de poder expresarlo públicamente,  que hay muchas personas que les están eternamente agradecidos, que en numerosas ocasiones supieron estar a la altura de su vocación, dando una acogida eficaz, y fraternal,  a numerosos acogidos.

Realmente hay que pasar por situaciones de exclusión, sentirse totalmente desamparado, para comprender lo importante que es que alguien te reciba con los brazos abiertos, que las personas que se dedican por profesión o voluntariamente a los servicios sociales sean acogedores, se olviden de los prejuicios y no encuadren en seguida ni califiquen a simple vista a las personas que padecen de exclusión social de manera prolongada, o en momentos determinados de su vida. Yo creo, sinceramente que las religiosas tienen ese plus que otros no tenemos para este servicio,  porque tienen todo el día dedicado a esa labor, mientras que los demás lo hacemos en un horario más o menos extenso.

También es verdad que demasiado tiempo dedicado a esta labor de atención a todo tipo de personas en exclusión social puede provocar cansancio, incluso se puede llegar a adoptar actitudes de los propios acogidos, que sería lo peor. Entonces es necesario alejarse un poco, reflexionar, también formarse otro poco más, y volver con fuerzas renovadas.

1 comentario:

  1. Es cierto, es más, yo mismo he tenido esa sensación cierto cansancio y he preferido alejarme antes de perjudicar tanto a mis compañeros como a los acogidos. Cuando se pierde la sensación de sentirte bien con lo que haces o notar que no estas siendo objetivo y te pueden sentimientos de frustación, talvez por perdirme demasiado, por mal entender la caridad, por no mantener cierta prudencia o por cuestiones personales que acabas llevando a tu puesto como voluntario; es conveniente alejarte temporalmente hasta que encuentres la calma y el camino adecuado para hacer tu labor como te gustaría.

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