José Luís Nunes
Martins
El mundo nos grita cada vez más alto sus órdenes.
Notificaciones, mensajes pasionales y de grupo, correos electrónicos, agendas
cargadas de compromisos, noticias de última hora y ataques de publicidad cada
vez más personalizados. Todo esto nos aleja de nosotros mismos y de nuestra
preciosa paz, de donde podían nacer cosas mucho más bellas e importantes que
reacciones y respuestas a los requerimientos del mundo y de los otros.
Parece que siempre hay alguien concreto que está esperando
que hagamos cualquier cosa… Todos parecen reclamar nuestra atención de forma
que no admite sino que obedezcamos. Así, la mayoría de nosotros vive esclavizado
por voluntades ajenas a la nuestra.
Nunca como hoy tuvimos tantas herramientas para trabajar y
nunca la concentración fue tan difícil.
Cuando, cerca del final del día, disponemos de algún tiempo para
nosotros, ya estamos exhaustos.
Tal vez sea importante que repensemos ahora no lo que
hacemos, sino nuestra estrategia para enfrentarnos con aquello que nos piden y
con aquello que nosotros mismos soñamos.
Nuestros vicios y hábitos forman parte de nosotros, pero
siempre es posible cambiarlos.
Quien espera el sitio, el momento y el ánimo seguros, nunca
hace nada. Trabajar en serio en algo grande implica hacerlo cuando no apetece,
en lugares y tiempos que no son los más adecuados. Quien se rinde a las
circunstancias nunca podrá elevarse por encima de ellas.
Ocupados y preocupados con las pequeñas cosas, acabamos sin
tiempo para las grandes, aquellos sueños que están esperando que los
realicemos, cuando tuviéramos tiempo y concentración.
Nada grande y bueno se concreta sin que tengamos que
empeñarnos en ello durante más y más horas, renunciando a cumplir montones de
otras exigencias, que aunque siempre sean urgentes, solo raras veces tienen
alguna importancia.
Es verdad que buena parte de nosotros prefiere una excelente
disculpa para no ser protagonista en la lucha contra todas las tentaciones que hacen
flaquear nuestra voluntad de hacer que suceda.
Hay quien es capaz de concretar pequeños proyectos, pero no
es capaz de lanzarse a uno grande. Tal vez sea por miedo al compromiso. Las
grandes empresas nos comprometen, exponiéndonos a las criticas justas e injustas
de otros respecto de lo que hacemos y de lo que somos. Pero, lanzarnos a una
gran aventura implica que tengamos que asumir el trabajo de cada día, saber lo
que debemos hacer hoy y mañana… y hacerlo, todos los días.
¡Todos tenemos fuerzas y flaquezas diferentes, y una
sensibilidad propia. No hay una solución perfecta para todos. Cada uno debe
conocerse, crear filtros para distinguir lo que le importa de lo que le
perturba, asumir el gobierno de los tiempos de que dispone y no dejar de hacer
realidad un gran proyecto propio. Por imposible que todo esto pueda parecer!
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