viernes, 18 de enero de 2019

Contra la desesperanza. Los últimos son más...

Aún no nos hemos repuesto de las incomodidades del traslado. Poco a poco se van incorporando los habituales de Isaac Peral, aunque no todos, ni mucho menos, bien porque les cae demasiado lejos, o porque no se hayan enterado aún.

Este servicio que Cáritas viene ofreciendo desde hace muchos años, donde estaba situado anteriormente era casi un privilegio: en una calle del casco antiguo, muy céntrico, entre el albergue y el comedor social, los servicios sociales más próximos, y el resto de las oficinas, SAE, SS, centros de salud. Ahora estamos desplazados. Está bien para el albergue, pero no para el servicio múltiple que Cáritas ofrece,  atiende a las personas que están en el albergue pero también a otras muchas que viven en la calle, van de paso, o se acercaban a hacer cualquier consulta.

Como digo, todavía no se han incorporado muchas de las personas que sí acudían a la oficina de Isaac Peral, unos, probablemente,  por lo alejado que está del Comedor social, otros por cualquier otra causa que desconocemos. Vamos, que parece que las instituciones se ponen de acuerdo para aumentar las dificultades a quienes menos tienen, a quienes dependen de la ‘caridad’ o de los presupuestos sociales…

Sé que es un poco exagerado decir esto, pero también encierra parte de la verdad. A muchas de las personas sin hogar les cuesta desplazarse, por edad, por enfermedades que padecen como cualquier persona humana, y sin embargo nadie se ocupa de facilitarles el desplazamiento en autobús, por ejemplo; o de otros modos, como pudiera ser un vehículo que saliera a una hora determinada hacia el Comedor…

En realidad hoy no quería hablar de esto, aunque es evidente que me ha salido espontáneamente porque, por más que trate de adaptarme a la nueva situación, estos problemas no se pueden obviar, sino que se agravan. No tengo nada contra el albergue, supongo que hacen cuanto pueden facilitándonos el espacio, sino contra una decisión precipitada,  cuyo motivo no alcanzo a comprender y, por tanto, no sé si es justa o injusta.

Hoy han acudido más personas al trabajador social y, por tanto, ha habido mayor número de personas esperando, lo que ha facilitado la charla y también hoy, los desahogos. Uno de los más fieles es L., que se ‘desespera’ esperando la ayuda solicitada, porque en ella basa el cumplimiento de algunos objetivos entre los que está ver a su hija y regalarle algo. Le comenté si conocía la organización RAIS, tratando de encontrar otra ayuda, pero me respondió que la conocía muy bien y que no le había ayudado. Me callé, no era capaz de ofrece ninguna alternativa, las conoce todas…

Pero quien me hizo callar, e incluso sentirme ridículo y entristecerme, fue otra persona que había llegado y escuchaba. Su aspecto era preocupante, más descuidado que otras veces, hacía esfuerzos por no dormirse, y miraba con incredulidad… Mostró su desesperanza en que ‘esto se arregle’. Pero lo peor es que en seguida apoyaba su pesimismo en los hechos que había vivido esa misma noche. ‘¡Mi compañera a querido suicidarse esta noche. Dice que está harta, que no aguanta otro día más su situación. Siempre igual, sin saber donde ir ni qué hacer!’…

Al momento entra en la sala L. y nos dice que una chica que venía a su cita con el trabajador se ha querido tomar tres pastillas de una sola vez, allí mismo. También para librarse de su situación, pésima, sin esperanza.

Me viene a la mente ese dicho ‘los árboles no nos dejan ver el bosque’. Aunque no venga muy bien al caso,  considerando la sociedad un bosque, lo cierto es que cada vez hay más árboles dañados, perdiendo savia y secándose; pero esto provoca muchos claros, también los árboles verdes pierden protección, hasta que ya no haya copas abundantes que protejan a todos, verdes y enfermos. Pero este mal impedirá también que crezcan nuevos árboles, plantas y flores, no será un bosque donde se pueda vivir, trabajar y pasear sin temor a perderse, a quedar excluido de la protección necesaria para seguir viviendo, hasta que Dios quiera.

2 comentarios:

  1. Ha veces, lo sabes bien, es difícil explicar una situación concreta y en este caso es comprensible estar abrumado ante tanta demanda y tan poco voluntariado ayudándote. Te falta un compañero querido por todos que lamentablemente lo dejó por motivos de salud y era, además, un amigo con el que siempre se podía contar.
    Llevar un servicio prácticamente solo y además adaptarse a otro lugar más lejano y en cierto modo desconocido se hace cuesta arriba. Tu también tienes tus achaques propios de la edad y tus propias inquietudes personales. Tal vez también llegues a plantearte aparca durante un tiempo tu labor en el albergue, tal vez estés forzando una situación que te incómoda por ser el veterano de este servicio durante más de una década y aferrarte por no dejar de prestar tus servicios a Cáritas. Yo desde mi humilde opinión espero que todo se solucione y que el peso de esta responsabilidad no recaiga en ti y encuentres ayuda, de lo contrario existen muchas formas de ayudar al prójimo sin pasar penurpenurias ni estar angustiado con la labor que actualmente haces.

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    1. No creo que estés desencaminado, se ve más desde fuera que desde dentro. En cualquier caso conviene darse un tiempo y esperar la evolución delos acontecimientos. Gracias por tu comprensión y palabras tan sensatas.

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