Ayer viernes acudía a mi
parroquia para honrar a la Virgen de Fátima, ya que nos correspondía recibirla
en su peregrinación por la Diócesis, con motivo de la conmemoración del
centenario de las apariciones en 1917. El P. Luis, nos animaba en la presentación a aprovechar la
ocasión de la visita de la Virgen para pedirle por todas nuestras necesidades, al
enumerarlas citó una que me impactó, respondía exactamente a algo que me había
sucedido justo al salir del portal de mi casa.
Me encontré con una persona que, aunque
se considere un marginado social, es una persona humana. Venía empujando el
carro donde transporta la chatarra que recoge por toda la ciudad, y me pidió
para un café. Se le notaba algo preocupado. Ya tiene bastantes preocupaciones, las
propias, e incluso las de su hermano, a quien no logra atraer a mejor vida.
Pero hoy estaba preocupado por otra persona más, una persona que vive con él,
en su piso de ocupas.
Esta persona es una mujer mayor,
muy enferma, que hace poco salió del hospital a la calle, aunque tendría que
haber sido acogida en algún centro o residencia, donde se la pudiera atender
con dignidad y adecuadamente. Se dirigió al único sitio donde sabía que la
acogerían, donde ya había vivido largo
tiempo. No logra recuperarse, a pesar de haber conseguido disponer de las
medicinas tan caras e imprescindibles que necesita. Ahora, dice este ‘buen
marginado samaritano’, que le da mucha
guerra, porque no quiere comer, ni tomar la medicina, que lo insulta, que le
habla mal. Su situación es trágica, como se puede suponer, la edad, la
enfermedad, el trastorno mental que padece desde que la conozco, encerrada en
una habitación sin ventana. Hace falta mucha profesionalidad, mucha calma, y
mucha humanidad sobre todo, para seguir cuidando de ella diariamente, sin
ninguna recompensa, solo la de tener la conciencia tranquila.
El P. Luis nos recomendó rezar
especialmente por los enfermos y por las personas que los cuidan, para que tengan
la fortaleza necesaria para su cuidado. Además hoy, cuando termino el escrito,
hemos honrado a la Virgen de Lourdes, y de nuevo me he acordado de A. y de C. y
vuelvo a pedirle a la Virgen que recompense, como Ella sabe, a estas dos
personas que se ayudan en medio del sufrimiento, y en circunstancias tan
adversas.
También estamos acostumbrados a escuchar
que somos nosotros las manos de Dios, sus instrumentos para hacer el bien
en este mundo. Pero, también es cierto que es muy difícil solucionar todos los
problemas a todas las personas… Dios no lo hace, siendo Todopoderoso, así que no
le vamos a decir nosotros cómo debe actuar y menos cómo debe ser.
Recuerdo al respecto lo que me
dijo un sobrino, sacerdote, cuando comencé mi actividad de voluntario y quería
arreglarlo todo: “¿tío, tú qué te crees, Dios?”, quería arreglarlo todo y la culpaba
de tantos males la tenían autoridades e instituciones… Me olvidaba,
injustamente, de tantas personas dedicadas a atender las necesidades de los
demás, a lo largo de la historia y en el presente, con discreción y humildad, y a tantos como han
contribuido al progreso de la sociedad en su conjunto. Quizá son buenos conocedores y
consecuentes
con la frase del mismo Jesús: “… a los pobres los tendréis siempre con vosotros”.
Por eso no hay que descansar hasta lograr la salvación individual y colectiva, y
para ello hay que contar, ineludiblemente, con Dios, con paciencia y esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario